Escrito por Alejandro Torres Rivera / MINH Comité Ejecutivo
El pasado 2 de mayo de 2014 tuvimos la oportunidad, junto a la Lcda. Wilma Reverón Collazo de visitar en la prisión de Terre Haute al preso político puertorriqueño Oscar López Rivera. Aún palpita en nuestro corazón la emoción de aquel primer abrazo a quien durante los pasados casi 33 años, por voluntad propia y tomando la expresión de sus propias reflexiones, ha hecho el sacrificio personal de tan largo cautiverio con el único propósito de inspirar la resistencia de nuestro pueblo.
Luego de un viaje de más de cuatro horas junto a otro gran luchador, Ricardo Jiménez, condenado a 98 años de prisión en 1980 y cuya libertad fuera alcanzada en 1999, pudimos finalmente reunirnos con Oscar en una fría prisión de Indiana. Era poco más de las 9:00 a.m. cuando llegamos a la prisión. Una vez registrada nuestra llegada y procesado nuestro acceso al cuarto de visitas, allí esperamos Wilma y yo, sentados en un pequeño banco, la llegada del patriota.
Fue Wilma quien primero divisó su figura mientras se acercaba al incómodo espacio donde se produce el encuentro de los prisioneros con sus visitas legales. Sin embargo, para nosotros, la incomodidad del lugar se vio superada de inmediato con la posibilidad de más allá de abrazo de saludo o el otro de despedida, poder tener entre nosotros, casi rozando nuestros cuerpos, el calor de un ser humano tan excepcional como Oscar López Rivera.
Como en el caso de los exprisioneros nacionalistas en cárceles federales, los recordados Irvin Flores Rodríguez y Andrés Figueroa Cordero, en su cuerpo pequeño y en alguna medida frágil, se concentra un mundo de humanidad, valor y resistencia. Las horas durante las cuales conversamos fluyeron tan aprisa que era como si el tiempo corriera a una velocidad distinta al que acostumbramos. Cuando llegaron las dos y media de la tarde, a pesar de que habían transcurrido de manera casi ininterrumpida más de cuatro horas de continua conversación, los temas todavía parecían apenas iniciados. Oscar, con voz pausada y reflexiva, nos planteaba sus preocupaciones sobre la necesidad de una mayor solidaridad en nuestro pueblo en su diario vivir; de la necesidad de inculcar en nuestros jóvenes un sentido de responsabilidad ciudadana hacia nosotros mismos y buscando lo que él describía como ¨la grandeza del corazón boricua¨. Para Oscar, en Estados Unidos, se vive un déficit de compasión. Por eso llamaba la atención a la importancia que hay en que mantengamos y preservemos esa característica de solidaridad humana que aún existe en nosotros los puertorriqueños(as). ¨Hay que enraizar las ideas de un pueblo para así darles esperanzas¨, nos decía.
Echando una mirada al independentismo, nos planteaba la importancia de pensar las cosas fuera del cajón donde nos encontramos; procurando no repetir experiencias que ya han demostrado su fracaso. Señalaba Oscar que ¨no debemos insistir en repetir las mismas cosas que ya se demostró no funcionan. No debemos repetir lo que ya ensayamos y fracasamos, hay que buscar cosas nuevas, nuevas formas de hacer las cosas.¨ En su percepción, es momento de dejar atrás el ¨kiosquismo¨, destacando que no importa dónde esté la persona, lo importante es que esa persona forme parte de la lucha. Y para Oscar, como indicara Juan Antonio Corretjer, ¨la vida es lucha toda, lo demás es nada, es moda¨.
Oscar nos dijo que si no se produce su excarcelación a corto plazo, le quedan aún diez años más en prisión. Por eso, nos dice, se cuida, cuida su alimentación hasta donde puede una persona que se encuentra en prisión. Está convencido de que saldrá aunque sea a sus ochenta y pico de años; está convencido de que regresará a nosotros, a su pueblo, a Humbolt Park en Chicago, a su San Sebastián del Pepino en Puerto Rico.
En esta larga conversación pudimos constatar que Oscar se encuentra al día en todo: lectura de libros, temas de política internacional, la situación en Puerto Rico, los desarrollos políticos en Estados Unidos. Nos habló de los daños que ha infligido al pueblo mexicano el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos; cómo la política exterior de Estados Unidos conduce al empobrecimiento de otras naciones; como en las universidades, el control corporativo se manifiesta y evidencia en quiénes son y a quiénes responden los integrantes de sus Juntas de Síndicos; como estos intereses corporativos de apropian de los resultados de las investigaciones de sus estudiantes y profesores. En el caso particular de Puerto Rico, señalaba, ante la situación de crisis planteada y la búsqueda de alternativas, que cuando el desarrollo propuesto depende de recursos que provienen de afuera, los beneficios siempre van a parar a afuera. Por eso entiende que Estados Unidos puede invertir en Puerto Rico lo que quieran y nunca habrá un verdadero desarrollo. Reconoce, sin embargo, que en el colonialismo siempre hay válvulas de escape. Por eso, plantea, hay que ¨buscar un proyecto que perdure y permita un cambio en la estructura política donde el pueblo se empuje a sí mismo.¨ Para él, no hay sentido al colonialismo. Nos indica que ¨ningún administrador de una colonia puede más que administrarla¨. Por eso señala, en Puerto Rico Wall Street y Washington son los que tienen el poder real.
En cuanto a cómo desembarazarnos de la colonia, Oscar plantea la importancia de la educación y el poder ciudadano como puertorriqueños. En la controversia sobre la privatización, indica, existe una magnífica oportunidad para enfrentarnos precisamente a los poderes de Wall Street y Washington.
También obtuvimos dentro de la conversación respuestas a algunas de nuestras inquietudes. Por ejemplo, al explicarnos las difíciles condiciones del período de su encierro donde estuvo en total aislamiento, decía que las fuerzas para no dejarse derrotar provenían de una conversación telefónica que en algún momento sostuvo, estando de visita Oscar Collazo en casa de Don Juan Antonio Corretjer, donde este otro héroe nacional puertorriqueño le aconsejó y cuyos consejos fueron como un bálsamo de fuerza, voluntad de resistencia y norte para su lucha en la prisión. ¨Lo importante para mí fue hablar con Oscar Collazo¨, nos dijo; ¨sus consejos me dieron la fuerza necesaria¨, seguidamente apuntó. Concluyó indicando que Oscar Collazo ¨fue un ejemplo inspirador¨.
Oscar también nos habló de la solidaridad recibida por parte de las organizaciones revolucionarias mexicanas en Estados Unidos y México señalando que ¨siempre agradecerá lo que hicieron¨.
Mientras Oscar hablaba, se frotaba constantemente sus diminutas manos, acariciaba tiernamente una a la otra, como si entre ellas tuviera su pueblo, sus recuerdos, su familia, sus seres más queridos, sus compañeros y compañeras de lucha. También hablamos de cosas más lejanas en sus experiencias de vida como fue el tiempo en que estuvo en Vietnam, en medio de la selva como soldado en aquella guerra odiosa contra un pueblo que resistía y luchaba. De aquellas experiencias Oscar guarda importantes recuerdos, algunos de los cuales fueron compartidos con nosotros. Quedó impreso en mi memoria del viaje cuando Ricardo nos habló del momento en que Oscar decidió no aceptar la oferta de libertad condicional que le hiciera el presidente Clinton, cuando se negó a abandonar la prisión en la fecha ofrecida si no salían antes sus compañeros. En aquel momento de la conversación Ricardo nos dijo: ¨sencillamente hizo lo mismo que había hecho cuarenta años antes en Vietnam cuando por valor en combate, fue condecorado con la Estrella de Bronce. Oscar no abandonó a sus compañeros. No lo hizo en Vietnam y no lo hizo con nosotros.¨
Un comentario final que figura en nuestra reflexión de este viaje es la importancia que Oscar le da a una figura de la historia estadounidense, que por circunstancias también históricas, guarda relación con el desarrollo nuestro: el general Nelson Miles. Haciendo el recuento de la participación de Miles en las últimas guerras del gobierno de Estados Unidos con las poblaciones originarias en dicho país, señalaba que este personaje, luego de acabadas las guerras contra las tribus indígenas en Estados Unidos, llegó a Puerto Rico como parte de las fuerzas invasoras estadounidenses en 1898. Al llegar prometió lo que hipócrita y falsamente ya había prometido a las tribus indígenas: libertad, bienestar y democracia. Ninguna de esas promesas se cumplieron para los pueblos indígenas y ciertamente, en la colonia, ni hay libertad política, el bienestar es para los sectores más acomodados del capital y la democracia se limita a votar por aquellos que tan solo administran la colonia mientras preservan los intereses el imperio que nos sojuzga. Por eso está presente en Oscar su preocupación en torno a si Estados Unidos realmente no nos lleva a la condición de una reservación más dentro de sus políticas de dominación imperial.
El caso de Oscar López Rivera es hoy una bandera de lucha de un pueblo que como él en prisión, ha resistido por largos años frente al poder colonial; que se niega a dejar de ser lo que es; que busca su fuerza en sus hijos e hijas que están dispuestos a luchar hasta lograr acariciar el sueño de su libertad plena. Próximamente Oscar López Rivera cumplirá 33 años en prisión. Démosle un empuje a su excarcelación. Es hora de que regrese a nosotros, a casa.
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