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Afganistán: el cierre de dos décadas de intervención imperialista

20 de agosto de 2021

Para muchos puertorriqueños/as la caída del gobierno de Afganistán en manos de los talibanes ha sido una sorpresa. El cálculo hecho por el gobierno de los Estados Unidos, anunciado el 29 de febrero de 2020 tras los acuerdos negociados en Doha, Qatar por la administración de Donald Trump y el Talibán, anticipaba la retirada de un remanente de 9 mil efectivos militares en suelo afgano de lo que fue en un momento dado la presencia de 110 mil tropas de combate.  El acuerdo incluía, además, la retirada de alrededor de 8,500 soldados de 37 nacionalidades que formaban parte del contingente de la OTAN, todas ellas en un plazo no mayor de 14 meses. Las negociaciones en entre los Estados Unidos y el Talibán se iniciaron en el 2018 e incluyó el compromiso de los talibanes de no permitir que Al Qaeda volviera a operar dentro del territorio afgano controlado por ellos.

 

Un dato importante en esta narrativa es pasar juicio sobre los acontecimientos en Doha, Qatar y el acuerdo alcanzado por la Administración Trump. A pesar de tratarse de un conflicto donde el gobierno afgano tenía algo que decir, el gran ausente en las negociaciones fue precisamente el gobierno del presidente Ashraf Ghani. La firma del acuerdo por parte de los Estados Unidos lo suscribió el enviado especial de su gobierno, Zalmay Khalizad. Es importante sin embargo recordar que en ocasión de la firma, también estuvo presente como observador el Secretario de Estado de la Administración Trump, Mike Pompeo. Así lo documenta la foto tomada  a Mike Pompeo con quien fungiera como principal negociador por el Talibán, Abdul Ghani Baradar.

El 25 de mayo de 2016, tras la muerte del Mula Akhtar Masour, su sucesor Mawlawi Hibatullah Akhundazada, fue designado comandante supremo militar del Talibán. Durante la década de 1990 había ocupado la posición de jefe de los Tribunales de la Sharía, cargo que le hacía responsable de la interpretación de la ley islámica. Uno de sus subordinados, cofundador de los talibanes, es Abdul Ghani Baradar, quien estuvo a cargo de las negociaciones entre el Talibán y los Estados Unidos en Doha. Ghani Baradar formó parte de la resistencia contra la ocupación militar de Afganistán por la Unión Soviética en la década de 1980. Como combatiente, Ghani Baradar se ha mantuvo vinculado con el movimiento yihadista de muyahidines afganos, siendo uno de sus fundadores del Talibán en la década de 1990. En el año 2010 Ghani Baradar fue capturado en Paquistán y posteriormente entregado a los Estados Unidos. Fue enviado a prisión en Guantánamo donde permaneció cerca de ocho años. Como tantos otros prisioneros, sufrió tortura en manos de sus carceleros estadounidenses. Ghani Baradar, sin embargo, fue objeto de intercambio por un soldado norteamericano capturado por los talibanes, el cual eventualmente tras su liberación, fue sometido a una corte marcial por el ejército de los Estados Unidos al ser acusado de deserción. Hoy Ghani Baradar se perfila como el principal líder del Talibán en Afganistán.

La ausencia del gobierno de Afganistán en las negociaciones fue el resultado de la posición de la delegación del Talibán indicando que no reconocían la legitimidad de dicho gobierno, el cual en definitiva, se consideró hasta su caída un régimen ilegítimo impuesto por los Estados Unidos. El señalamiento del Talibán no deja de ser correcto cuando  se confronta el hecho de que uno de los resultados de las negociaciones tiene que ver precisamente con la liberación de cerca de mil prisioneros hechos por el Talibán al ejercito y policía afganos; mientras del otro lado, sin la presencia de las autoridades de Kabul, Estados Unidos acordó la liberación de cerca de 5 mil prisioneros talibanes en cárceles afganas, insistimos, ello sin que el gobierno afgano fuera parte directa en tales negociaciones y acuerdos.

De acuerdo con la información dada en aquel momento, Estados Unidos mantendría en Afganistán 3 mil efectivos dedicados fundamentalmente al asesoramiento militar de las fuerzas armadas afganas y la policía. Para entonces, al menos a nivel teórico, tanto el gobierno afgano como los Estados Unidos y sus aliados de la OTAN proclamaban que el control mayoritario del país y sus principales ciudades era ejercido por el gobierno del presidente Ashraf Ghani.

La retirada de las tropas de combate estadounidenses de Afganistán no suponía la retirada de los Estados Unidos de la región. Simultáneamente con el anuncio, también se dio también a conocer el traslado de varios batallones de tropas de la Infantería de Marina, incluyendo también a efectivos de la 82 División Aerotransportada a distintos países árabes en la región como son Qatar y Kuwait. Mediante este traslado de efectivos militares, los Estados Unidos estarían prestos a desplazar tropas en la eventualidad que fuera necesario para asegurar la presencia restante de personal estadounidense, civil y militar, en Afganistán, Iraq y Siria.

Contrario a lo que se ha pretendido proyectar en los Estados Unidos por el Partido Republicano, la debacle ocurrida en Afganistán tras el anuncio de una fecha cierta de retirada del remanente del componente militar estadounidense y de sus aliados de la OTAN de suelo afgano, no es el resultado único de la administración de Joe Biden. Por el contrario, el actual presidente estadounidense lo que ha hecho es darle continuidad a la política establecida durante la Administración Trump y a los acuerdos negociados por el gobierno estadounidense con el Talibán en el año 2020.

Posiblemente la gran sorpresa no es que el Talibán haya regresado al poder en Afganistán, sino la velocidad con que se vino abajo todo el andamiaje del gobierno respaldado por los Estados Unidos y la captura del Talibán en pocos días de las principales ciudades y regiones del país. No debemos olvidar que cuando a mediados del pasado mes de julio el presidente Joe Biden anunció el retiro de tropas de Afganistán, el Talibán sólo controlaba 70 de los más de 220 con que cuenta el país. Un mes después, básicamente el Talibán controla la totalidad del país menos el aeropuerto de Kabul.

No deja de ser una payasada el señalamiento de Donald Trump solicitando la dimisión del presidente Biden en un asunto en el cual las responsabilidades son compartidas. También causa asombro el señalamiento hecho por Biden al expresidente Ghani de haberse rendido fácilmente al Talibán abandonando el país, cuando está plasmado el hecho de que quien primero habló de abandonar el país fue el propio gobierno de los Estados Unidos. Sencillamente es el juego de la papa caliente donde cada cual responsabiliza a otro por el desastre en Afganistán.

Muchas de las escenas que hemos visto a través de los medios noticiosos centran su enfoque en las oleadas de afganos que procuran acceder a aviones estadounidenses como ruta al exilio; la cobardía de un presidente en fuga del país robándose grandes cantidades de dinero que en parte, por no encontrar suficiente cupo dentro de un helicóptero, quedó esparcido sobre la pista de la instalación aérea de la cual despegó camino al norte, al vecino Tayikistán; y la presencia de combatientes del Talibán moviéndose relajadamente en las ciudades ocupadas.

Pepe Escobar, en escrito redactado el 16 de agosto de 2021 para Asia Times, titulado El Emirato Islámico de Afganistán regresa con fuerza, procura transmitirnos en palabras la imagen real de la hora que vive el pueblo afgano, cuando indica lo siguiente:

“Al final, el momento de Saigón sucedió más rápido de lo que esperaba cualquier ‘experto’ en inteligencia occidental. Este es uno para los anales: cuatro días frenéticos que concluyeron la guerra relámpago de guerrillas más asombrosa de los últimos tiempos. Estilo afgano: mucha persuasión, muchos acuerdos tribales, cero columnas de tanques, mínima pérdida de sangre.”

La situación actual en Afganistán es sumamente compleja como es compleja también la formación de un nuevo gobierno para el Talibán. El Talibán (movimiento de los jóvenes en lengua pastún), es una facción militar fundamentalista islámica dentro de la corriente musulmana suni. Se distinguió en su origen como una agrupación de jóvenes con un amplio respaldo del gobierno de Arabia Saudita y de los Estados Unidos, quienes libraron la guerra de guerrillas contra la presencia militar de la Unión Soviética en respaldo al entonces gobierno afgano. Desde muy temprano, promovieron la instauración en su país de una gobierno teocrático, regido por la ley islámica.

Tras el retiro de la presencia militar soviética y la caída del gobierno que este país respaldaba, los talibanes tomaron el control de Afganistán y establecieron en el país un régimen fundamentalista islámico. Su gobierno rechazaba todo vestigio de occidentalismo, lo que incluyó prohibir la televisión, la música, el cine, el uso de maquillaje en las mujeres y los estudios a las niñas mayores de 10 años. Bajo su gobierno, además, se llevó a cabo la destrucción de importantes piezas arqueológicas y monumentos asociados a religiones y civilizaciones pasadas en la historia de Afganistán. Fue común durante su régimen la práctica de llevar a cabo castigos corporales públicos a acusados de delitos, incluyendo el adulterio. Los avances sociales alcanzados décadas antes por las mujeres en el pleno ejercicio legal de sus derechos fue abolido.

Ya desde el poder, el gobierno del Talibán brindó refugio a excombatientes yihadistas que lucharon contra la presencia soviética en Afganistán organizados por Osama Bin Laden en células que impulsaban llevar la guerra santa islámica y el terrorismo contra países occidentales. Entre estas células se incluían organizaciones como Al Qaeda, el Yihad Islámico de Egipto, el Movimiento Islámico de Uzbekistán y sus contrapartes en Paquistán y en otros países. El Talibán permitió el uso del territorio afgano para el entrenamiento y formación de combatientes que luego serían dispersados en células operativas en alrededor de 60 países.

Algunas de estas células tomaron parte en los ataques a las Torres Gemelas en la ciudad de Nueva York y el Pentágono aquel 11 de septiembre de 2001, así como el secuestro de una aeronave que fue derribada en Pennsylvania por aviones de combate de los Estados Unidos. Fueron estos sucesos los que precipitaron el ultimátum dado por el gobierno de George Bush al gobierno del Talibán, que eventualmente llevó a la intervención de Estados Unidos y sus aliados contra Afganistán a partir del 7 de octubre de 2001.

Tras  casi 20 años de presencia militar de los Estados Unidos y sus aliados de la OTAN en Afganistán, el saldo del conflicto ha sido de decenas de miles de muertos y heridos. Se estima en más de 2,500 militares y cerca de 5 mil contratistas los estadounidenses fallecidos; 20 mil soldados estadounidenses heridos; miles de muertos y heridos de militares de otras nacionalidades occidentales adscritos a fuerzas de la OTAN; más de 70 mil soldados y 78 mil policías afganos muertos y cerca de 85 mil talibanes muertos es el saldo de casi dos décadas de conflicto. A lo anterior se suman decenas de miles de civiles afganos muertos y heridos junto a millones de civiles desplazados y refugiados.

Se indica que al presente, aún permanecen en suelo afgano cerca de 10 mil ciudadanos estadounidenses. De otro lado, se indica que Estados Unidos ya ha evacuado alrededor de 3,200 de sus ciudadanos. El presidente Biden ha indicado, si bien tenía como fecha del retiro de tropas el 11 de septiembre, el personal militar de su país permanecerá en suelo afgano hasta que hayan sido evacuados/as sus ciudadanos/as poniendo como nueva fecha el 31 de agosto.

Se ha discutido también el papel jugado en el desenlace de estos sucesos de la República Islámica de Paquistán y de la República Islámica de Irán. Si bien la corriente musulmana mayoritaria de Paquistán es suni y en el caso de Irán siendo una nación persa es chiita, en cuando a Afganistán hay intereses comunes de parte de estos dos países en sus respectivas fronteras donde segmentos de su población comparten etnias, por lo que en la geopolítica de la región, ambos países limítrofes han procurado mantener buenas relaciones con las poblaciones afganas en sus respectivas zonas fronterizas.

Otro elemento que se discute es el que, aún siendo Afganistán un país extremadamente pobre, en su subsuelo se encuentran importantes depósitos de cobre, hierro, oro y litio, éste último tan importante para la producción baterías en equipos de alta tecnología y en las comunicaciones. Afganistán también posee importantes recursos de agua que impactan amplias zonas en sus países vecinos, además de ser un punto geográfico de importancia para el transporte de gas natural y para el desarrollo de la Ruta de la Seda de la República Popular China.

Se especula que el carácter que asumiría un nuevo gobierno del Talibán será distinto a las características que tuvo el anterior régimen. Sin embargo, se trata específicamente de especulaciones que al presente no tienen una base particular de la cual partir. De hecho, quienes pensaban que lo que ocurriría en Afganistán luego de la caída de su gobierno sería la creación de un gobierno de transición y transacción entre las distintas corrientes de pensamiento y entre las distintas facciones tribales, deberían tomar en consideración expresiones del Talibán a los efectos de que su propósito es establecer su propio gobierno, ganado en la lucha de dos décadas contra la intervención extranjera y sus aliados al interior del país.

Para el Talibán constituirá un enorme desafío y posiblemente su mayor reto inmediato la manera en que se proyecte su presentación como gobierno ante la comunidad internacional, su reconocimiento diplomático y su inserción en los mercados regionales y globales. Después de todo, está presente para la inmensa mayoría de los países occidentales su pasado gobierno previo a los sucesos del 11 de septiembre de 2001.

Luego de dos décadas, en la guerra de mayor duración en la que ha participado Estados Unidos, consumada ya su retirada definitiva, la pregunta que debemos hacernos es la siguiente: ¿Se trata del final del túnel o se trata de un nuevo salto al vacío? Los acontecimientos por ocurrir en esta región del mundo muy pronto nos darán la respuesta.


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