18 de marzo de 2022
Mientras el eje de la atención a escala global lo ocupa la guerra en Ucrania, en América Latina viene dibujándose otra realidad sobre la cual merece la pena dedicarle también nuestra atención. En primer lugar, el giro de timón que aparenta estar dando la relación de los Estados Unidos con la República Bolivariana de Venezuela; en segundo lugar, el resultado de las elecciones llevadas a cabo en Colombia el pasado 13 de marzo; en tercer lugar, la jura del nuevo presidente de Chile, Gabriel Boric; en cuarto lugar la negativa del socio estadounidense en el Tratado de libre Comercio de las Américas, México, en sumarse a las sanciones de occidente contra la Federación Rusa; y finalmente, en quinto lugar, el avance de la candidatura de Luiz Inacio Lula Da Silva de cara a las próximas elecciones presidenciales en Brasil.
Si bien podríamos referirnos también a otros escenarios en América Latina, como es la excarcelación de Alberto Fujimori en Perú y la situación actual por la que atraviesa el gobierno de Pedro Castillo Terrones, veamos con mayor detalle estos primeros cinco aspectos tan importantes para América Latina.
Pascualina Curcio, en un escrito publicado por América Latina en Movimiento (ALAI) el pasado 15 de marzo, titulado El verdadero precio del petróleo venezolano, señala lo siguiente:
“Después de 9 años de incesantes e inhumanas agresiones contra el pueblo venezolano, de la aplicación de medidas coercitivas, unilaterales e ilegales que han implicado pérdidas económicas por el orden de los US$268 mil millones entre 2016 y 2020, lo que equivale a la importación de alimentos y medicamentos por 60 años; después de haber retenido US$6 mil millones en la banca internacional impidiendo, entre otras cosas, que niños de nuestra Patria fuesen intervenidos quirúrgicamente; después de un ataque sistemático contra PDVSA que derivó en una caída de 80% de nuestra producción petrolera pasando de 2,8 millones de barriles diarios en 2013 a 568 mil barriles diarios en 2020 y en una disminución del 93% de nuestros ingresos por exportaciones que pasaron de US$93 mil millones en 2012 a US$7 mil millones en 2020; después de un ataque criminal contra el bolívar induciendo su depreciación… desde 2012 derivando en hiperinflación y deterioro de las condiciones de vida de todo un pueblo; después de planificar el desabastecimiento programado de comida y medicinas generando largas colas y afectando la tranquilidad de todos los hogares venezolanos; después de haber financiado episodios de violencia de la mano de los factores políticos de la oposición más extremista en la que cerraron calles, quemaron a venezolanos vivos y montaron guarimbas; después de haber apoyado la inconstitucional autoproclamación de Guaidó como presidente ‘interino’ de la República; después de habernos robado CITGO lo que ha implicado una pérdida anual de US$11 mil millones más US$7mil millones de activos; después de dejarnos el país entero a oscuras en un sabotaje eléctrico; después de todos los intentos por aislarnos del mundo con amenazas; después que contrataron mercenarios para invadirnos por nuestras costas; después de todas las acciones genocidas contra nuestro pueblo, la Casa Blanca, con su bien lavada cara, cínicamente, envía dos voceros a Miraflores.”
Los enviados de Washington han ido a Venezuela a pedirle al país le suministre petróleo ante la escases provocada por la ausencia de petróleo proveniente de la Federación Rusa, segundo mayor productor de petróleo en el mundo. La autora señala con razón que hay principios que no se negocian y entre ellos señala: no arrodillarse ante quienes por más de una década libran contra Venezuela una guerra no convencional, criminal y genocida; la lealtad y no traición hacia quienes en momentos muy duros para el pueblo le tendieron la mano; y la justicia como requisito imprescindible para la paz. Habrá que esperar la posición del gobierno venezolano.
Por su parte, en la misma publicación y fecha, Diana Carolina Alfonso y Lautaro Rivara publican artículo titulado Elecciones en Colombia: el vórtice del huracán regional. En él, identifican la actual coyuntura electoral en Colombia como una favorable a la izquierda aunque con el lastre que representa que todavía las fuerzas conservadoras mantendrían su mayoría parlamentaria y su capacidad de veto a las propuestas de la izquierda.
El ex alcalde de Bogotá y ex guerrillero, Gustavo Petro al frente del “Pacto Histórico” logró captar el apoyo de más de 5 millones de electores consolidándose como la primera fuerza electoral en el país en estas elecciones en las cuales se escogieron 108 senadores y 188 miembros a la Cámara de Representantes donde participó e 39% de los electores. Destacó también en estas elecciones, el avance en el número de votos obtenidos por la también candidata de izquierda Francia Márquez, mujer afro descendiente y activista en defensa del medio ambiente. El centro político alcanzó apenas 2 millones de votos. Si bien el “Pacto Histórico” obtuvo un mayor número de votos, la derecha se alzó con 70 escaños. Habrá que esperar a las próximas elecciones presidenciales para saber cómo quedará el balance de fuerzas políticas en Colombia.
En tercer lugar, el pasado 11 de marzo fue juramentado como presidente de Chile Gabriel Boric. Se trata del presidente más joven en la historia de este país. Proveniente de las luchas estudiantiles desatadas a partir del 2019 en su patria, Boric logró articular una propuesta progresista que si bien no es de una izquierda como fue la de su predecesor en el tiempo Salvador Allende en 1970, conforma una propuesta adelantada con profundo contenido de justicia social para su pueblo. Su jura coincide con el proceso ya avanzado de trabajos de la Convención Constituyente que en un futuro inmediato estará sometiendo a la aprobación del pueblo chileno una nueva Constitución.
A pesar del avance que significa su llegada a la presidencia para la mayoría trabajadoras del pueblo chileno, ya se señalan críticas a sus primeros pronunciamientos como presidente. Se señala críticamente sus referencias al fracaso de gobiernos o proyectos políticos en América Latina; sus opiniones favorables a Volodimir Zelensky en el marco de la crisis desatada por la guerra en Ucrania; y la exclusión de la invitación a su jura de distintos presidentes latinoamericanos. Se ha criticado, además, el nombramiento en su gabinete como Canciller de una ex funcionaria de la Comisión Internacional de Derechos Humanos bajo el mandato en la OEA de su presidente Luis Almagro. Sin embargo, aún es temprano para formar un juicio político mayor cuando Boric apenas comienza su gestión gubernamental.
México, por su parte, es luego de Canadá, el otro gran socio de los Estados Unidos en el Tratado de Libre Comercio de las Américas. En México, sin embargo y como regla general, aún los gobiernos más de derecha desde el siglo pasado, han sido cuidadosos en la fijación de su política exterior manteniendo alguna distancia con relación a los Estados Unidos. Así se comportó México en su postura ante la Guerra Civil Española, sosteniendo vínculos con la República; o cuando la expulsión de Cuba de la OEA, donde el país decidió no romper relaciones con el Gobierno Revolucionario; también siendo sede de procesos de paz como ocurrió con las negociaciones en Chapultepec que pusieron fin a la Guerra Civil en El Salvador; y ahora, con su postura de no sumarse al esfuerzo encabezado por los Estados Unidos, la Unión Europea y la OTAN en su boicot contra la Federación Rusa. Así lo ha manifestado abiertamente su presidente Andrés Manuel López Obrador.
Finalmente, nos llena de expectativas el desarrollo de los sucesos en Brasil de cara a las elecciones presidenciales del 2 de octubre de 2022 donde el pueblo elegirá su nuevo presidente, vicepresidente y al Congreso Nacional. De ser necesaria una segunda vuelta, se realizaría el 30 de octubre.
Absuelto de todos los cargos criminales fabricados en su contra, se espera que Luiz Inacio Lula Da Silva sea nuevamente el candidato a la presidencia por parte del Partido de los Trabajadores (PT), organización política que recientemente cumplió 42 años de fundada. El Partido de los Trabajadores encabezó la alianza que junto al Partido Comunista de Brasil y otras fuerzas de izquierda dirigió el país desde el 2003 hasta el triunfo electoral de Bolsonaro en el 2018. Se indica que uno de los puntos principales en la contienda electoral es la lucha por quién logre atraer a su lado el centro político. Se señala que Lula procuraría acercamientos con el ex gobernador de Sao Paulo, Geraldo Alckmin, quien ha renunciado al Partido Social Demócrata, considerado por algunos como de centro-derecha. Bolsonaro por su parte, ha apelado al sector religioso fundamentalista.
De acuerdo con las encuestas hechas en febrero de este año, a siete meses de las elecciones, en una primera vuelta, Lula obtendría el 42% de los votos frente al actual presidente del país, Jair Bolsonaro, que obtendría el 28%. Una diferencia de más de 14% de los votos. Las encuestas también indican que, de ser necesaria una segunda vuelta, en ella Lula capturaría el 52.3% d de los votos, frente a un 35% por parte de Bolsonaro. En las elecciones se votaría, además, por 27 de los 81 escaños del Senado, 513 escaños de la Cámara de Representantes y por las 27 gobernaciones.
Un triunfo de Lula en Brasil posibilita la reconstrucción de un polo progresista, anti neoliberal, antiimperialista y opositor a las políticas injerencistas de los Estados Unidos en América Latina, como se dio a finales del pasado siglo a partir del triunfo de Hugo Chávez Frías en Venezuela. Ciertamente, el 2022 es un gran año para América Latina.
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