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En ocasión del 80 Aniversario de la derrota nazi en Stalingrado

 

 

2 de febrero de 2023

El 2 de febrero se cumplieron 80 años de la capitulación nazi durante la Segunda Guerra Mundial en Stalingrado. La batalla por la ciudad y sus suburbios se desarrolló entre el 23 de agosto de 1942 y el 2 de febrero de 1943. En el período, se estima en términos generales en más de dos millones de personas sus víctimas fatales. Se considera, además, que la batalla ha sido la más sangrienta en la historia de la humanidad.

En momentos en que se discute a escala global un posible escenario de guerra entre la Federación Rusa y Ucrania, los sucesos acaecidos en el marco de la Segunda Guerra Mundial, que enfrentaron a la Unión Soviética y el pueblo ruso en la defensa de su soberanía frente a las potencias europeas, vale la pena recordarlos.

 

 

 

La victoria del Ejército Rojo de la Unión Soviética sobre las tropas nazis, apoyadas por tropas italianas, húngaras, rumanas, croatas, e incluso, por una división de voluntarios españoles, conocida como la 250 División Española de Voluntarios (División Azul), integrada por alrededor de 45  mil efectivos, representó el comienzo del fin de predominio nazi en Europa, el cual se materializaría más adelante el 2 de mayo de 1945 con la derrota de Alemania en el frente europeo.

La ofensiva nazi sobre Stalingrado dio comienzo el verano de 1942 con el nombre de Operación Azul, o Fall Blue. Su objetivo inmediato era la captura de los campos petrolíferos ubicados en la región del Cáucaso. El comandante en jefe de las tropas nazis fue el general Friedrich Paulus, ascendido poco antes de la caída de Stalingrado en manos soviéticas al rango de Mariscal.

Los combates se inician, por el ejército alemán, con una participación de 275 mil tropas de combate; mientras por el Ejército Rojo, en aquel momento, integrado por 187 mil efectivos. Las tropas alemanas fueron respaldadas por 3 mil piezas de artillería, 500 carros de combate y entre 600 y 1600 aviones; mientras las tropas soviéticas contaron con el apoyo de 2,200 piezas de artillería, 400 carros de combate y 300 aviones. Esta suma de efectivos militares, sin embargo, se torna poca cuando, luego de la contraofensiva soviética, el número de combatientes por ambas partes asciende, en el caso de Alemania y sus aliados a 1,040,000 efectivos y por la parte soviética a 2,500,000 soldados.

Las bajas fueron horripilantes. Existen distintos datos sobre el tema. Algunas estudiosos indican la cifra de 246,269 alemanes muertos; 108,890 prisioneros de guerra; 158,854 fallecidos, heridos o desaparecidos rumanos; 143,000 muertos heridos o desaparecidos húngaros; 114,520 muertos, heridos o desaparecidos italianos; y 52,000 soviéticos desertores que se sumaron a los invasores nazi como soldadod, conocidos por el nombre de Hiwis. En total  se produjeron 849,533 bajas.

Por el lado soviético, se estima también el número de muertos, heridos o desaparecidos ascendió, entre soldados y civiles, a un total de 1,429,619 bajas.

La invasión de Alemania a la Unión Soviética se denominó “Operación Barbarroja” (Unternehmen Barbarossa). Comenzó el 22 de junio de 1941 a pesar de que desde el 23 de agosto de 1939 Alemania y la Unión Soviética habían suscrito un acuerdo de no agresión recíproca conocido como Pacto Ribbentrop-Molotov. El fin último de la “Operación Barbarroja” era convertir toda la zona al oeste de las montañas Urales en territorio alemán bajo el nombre de Germania, sometiendo la población eslava a la categoría de ciudadanos de segunda o tercera clase y promover el exterminio de la población judía.

Hasta la fecha de la invasión alemana a la Unión Soviética, la Segunda Guerra Mundial había discurrido mayormente en Europa y el norte de África. En Asia, ya Japón había entrado en guerra contra China, y los Estados Unidos. Se libraban también en esta región combates en las colonias y posesiones británicas, francesas y estadounidenses.

Los planes de la invasión alemana a la Unión Soviética quedaron plasmados en la famosa “Directiva Fundamental 41”. Su propósito era conquistar las cuencas de los ríos Don y el Volga; la destrucción de las industrias más importantes alrededor del Stalingrado, incluyendo su sistema de ferrocarriles y medios de navegación pluvial; como también, según indicáramos antes, controlar los pozos petroleros de los cuales Alemania carecía, ubicados en la región del Cáucaso.

 

La batalla de Stalingrado, sin embargo, en la medida en que se profundizaron los combates, adquirió un significado simbólico para ambas partes contendoras. Por un lado, para Alemania significaba un elemento clave en el fortalecimiento de la moral de combate de sus tropas, al llevar la ciudad el nombre de José Stalin; para los soviéticos, precisamente era la defensa de la ciudad que evocaba el nombre de su principal dirigente. Quizás por ello, la naturaleza de los combates llevados a cabo fue tan recia. En el proceso de la lucha, ambas partes destituyeron de sus puestos de dirección, en varias ocasiones, a oficiales a cargo de distintas divisiones o en posiciones de alta jerarquía militar.

En la conducción de la batalla, en distintas ocasiones desde Berlín  se modificaron los planes de desarrollo de los enfrentamientos en una dirección contraria a la que sugerían los mandos militares ubicados en la zona de conflicto. Es decir, contrario a recomendaciones del alto mando militar alemán en Stalingrado, las decisiones operacionales de la campaña militar se tomaban directamente por Adolfo Hitler desde sus cuarteles generales en Alemania.

El discurso del bando alemán y el soviético coincidían en un mismo punto de vista. Mientras Hitler rechazaba cualquier esfuerzo de retirada de sus tropas alrededor de Stalingrado; las defensas soviéticas en torno a la ciudad, insistían en no ceder ante el avance alemán bajo la consigna “ni un paso atrás”.

En el caso soviético, se prohibió inicialmente la evacuación de la población civil, salvo aquellos trabajadores especializados necesarios en la retaguardia en la producción de armamento. De quienes permanecieron en Stalingrado, gran parte se integraron al cuerpo de milicias en la resistencia del pueblo soviético al invasor. Más tarde, ante el avance alemán, se permitiría la evacuación de civiles que estuvieran en condiciones de combatir.

Las estructuras de Stalingrado fueron básicamente destruidas como resultado de continuos bombardeos aéreos, que de manera simultánea combinaban la participación de cientos de aviones lanzando toneladas de explosivos y fuego de artillería y tanques, con la secuela de decenas de miles de bajas civiles y militares. Miles de ciudadanos mal vivían en sótanos desde los cuales también combatían a las tropas alemanas. Los incesantes combates se generalizaron casa por casa, y en ocasiones, entre pisos de edificios parcialmente destruidos.

La importancia que le atribuía la Unión Soviética a la defensa de Stalingrado se muestra en la designación del Mariscal Gueorgui Konstantinovich Zhúkov, veterano combatiente bolchevique y destacado comandante en el frente de guerra contra Japón el 29 de agosto a la dirección de las operaciones militares en la batalla. Entonces Zhúvov había sido nombrado Vicecomandante en Jefe, el segundo después del propio José Stalin. En la batalla de Stalingrado se distinguió, además, el general Vasili Chuikov quien dirigió el 62 Ejército soviético.

Entre los combatientes que murieron en la defensa de la ciudad se encontraba el teniente Rubén Ruiz Ibárruri, refugiado español residente en la Unión Soviética, hijo de la legendaria militante comunista durante la Guerra Civil española, Dolores Ibárruri, “La Pasionaria”.

Como parte de la táctica de combate de los alemanes se encontraba la utilización conjunta de infantería, zapadores, artillería y bombardeo aéreo por parte de aviones caza y bombarderos. En el caso soviético,  se utilizaba la infiltración de infantería cerca a los reductos de tropas alemanas de manera que fueran inoperantes los ataques aéreos y de artillería ante la eventualidad de que las propias batería alemanas descargaran el bombardeo sobre sus propios reductos. Se indica que bajo tales condiciones, fue generalizada la lucha de los combatientes casa a casa, con armas livianas, ametralladoras, cuchillos y bayonetas. Los soviéticos recurrieron también al uso generalizado de francotiradores, hombres y mujeres, dentro de los cuales destaca Vasily Grigorievich Zaitsev, personaje en torno al cual fue filmada la película estadounidense Enemy at the Gates.

Durante los combates, los muertos de cada parte se sumaban diariamente por miles; en el caso de la Unión Soviética llegó a calcularse 300 muertos por hora.

A la altura del 31 de octubre, poco antes de la nieve del invierno comenzar a arropar la ciudad, la ofensiva alemana había logrado capturar el 80% de Stalingrado. El 2 de noviembre el alto mando soviético conocido por las siglas de STAVKA completó los planes para lanzar una contraofensiva denominada con el nombre clave de “Operación Urano”. El 11 de noviembre los alemanes responden con la suya logrando capturar el 90% de la ciudad. Sin embargo, con las reservas de tropas que continuaban nutriendo el frente soviético, otra contraofensiva fue lanzada al oeste y sur de la ciudad el 19 de noviembre. En ella emplearon más de 3,500 piezas de artillería y tanques. Más de un cuarto de millón de tropas alemanas del 6 Ejército  al mando del Mariscal cuyo nombre completo era Friedrich Wilhelm Ernst Paulus y varias decenas de miles de soldados de unidades auxiliares quedaron cercados por el Ejército Rojo. Es entonces que Paulus envía a Hitler el telegrama en el cual le indica:

“Mi Führer: se nos agotan las municiones y el combustible. Abastecimiento suficiente y oportuno es imposible. En estas circunstancias, solicito plena libertad de acción. Paulus.”

Se indica que Benito Mussolini en aquellas circunstancias aconseja Hitler un cese de las acciones militares de Alemania contra la Unión Soviética, pedido que Hitler rechazó. Sin municiones, comida, suministros, soldados alemanes moría diariamente de frío y hambre.

A partir de enero de 1943 varios esfuerzos fueron llevados a cabo por el Ejército Rojo procurando la rendición de las tropas al mando de Paulus, el primero en los días iniciales de dicho mes. Los esfuerzos fueron rechazados. Una nueva ofensiva militar  soviética se desarrolló a partir del 10 de enero de 1943 bajo el nombre clave de “Operación Anillo”, esta vez participando en la etapa inicial 7 mil cañones, morteros y lanzacohetes Katyusca. A pesar de la barrida que representó su impacto sobre las defensas alemanas, las órdenes emitidas desde Alemania por Hitler prohibían la capitulación. Una vez más, el general Paulus recibió de la parte soviética una oferta de rendición, sin embargo, Paulus optó por intentar romper el cerco sobre sus tropas.

Se menciona que bajo las anteriores circunstancias, el 30 de enero de 1943, Hitler ascendió de rango a Paulus confiriéndole del grado de Mariscal de Campo, no sin haber comentado antes que en la historia de la guerra desarrollada por Alemania, “ningún Mariscal de campo había aceptado caer prisionero.” Significaba con ello un menaje subliminal a Paulus que su opción era recurrir al suicidio antes de dejarse capturar. Se indica también que la reacción de Paulus fue decir: “No tengo intenciones de dispararme por este cabo bohemio”.

El día 31 de enero, a las 5:45 de la mañana el Mariscal Paulus se rendía ante el Ejército Rojo. Se indica que alrededor de 11 mil soldados alemanes desacataron la rendición y continuaron peleando hasta que a principios de mes de marzo fueron barridos sus últimos reductos de resistencia en los sótanos y túneles de lo que fue la ciudad de Stalingrado. Al final de la batalla, más de 400 mil soldados alemanes habrían perdido la vida en Stalingrado.

Según otros cálculos, si se incluye a todas las fuerzas alemanas que pelearon en el Volga y el Don, murieron, desaparecieron y fueron heridos 747 mil soldados alemanes y fueron capturados otros 102 mil. Por su parte, del lado soviético se indica la muerte de 1,130,000 soldados (incluyendo soldados fallecidos en cautiverio, muertos en combate, heridos tras ser evacuados, desaparecidos o capturados) junto a más de 300 mil civiles.

De las decenas de miles de soldados alemanes capturados tras la derrota en Stalingrado, se estima que 40 mil fallecieron camino a los campamentos de prisioneros de guerra en localidades soviéticas como Lunovo, Suzdal, Krasnogorsk, Yelabuga, Bekedal, Usman, Astrakán, Basinovski, Oranki y Karaganda.  De ellos regresaron a su país de origen a mediados de la década de 1950 apenas cinco mil. Entre los sobrevivientes del cautiverio se encontraba el Mariscal Paulus quien regresó a Alemania en 1952, pasando a residir en la zona ocupada por la Unión Soviética y luego en República Democrática Alemana, donde falleció en la ciudad de Dresde el 1 de febrero de 1957.

En momentos en que los Estados Unidos, la Unión Europea y la OTAN participan de una guerra que involucra para la Federación Rusa una amenaza a su seguridad, la cual viene librándose en suelo ucraniano, aquel espíritu de resistencia y combatividad del Ejército Rojo debe recordarse. El conflicto de Ucrania con Rusia ha sido al presente muy costoso para quienes pretendieron jugar con fuego.

 


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