Sábado, Noviembre 23, 2024

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Pesquera, terrorista de Estado

fbiNos hemos visto obligados a concentrar nuestra atención en el historial del agente del FBI Héctor Pesquera, presuntamente reclutado por el gobernador Luis Fortuño y seguramente impuesto por los federales para que dirija el cuerpo policiaco del País, de conformidad con las directrices del Homeland Security.



Se trata de un enemigo declarado del movimiento independentista, cómplice de la derecha terrorista del exilio cubano y a quien se le señala como participante en actos terroristas contra Cuba y Venezuela. Un terrorista de Estado. Ese es el personaje que nos quieren endilgar Fortuño y los federales, alegadamente para que nos ayude a salir del atolladero de violencia y criminalidad que se ha apoderado de Puerto Rico desde hace varias décadas. Y de paso, para que conspire contra el movimiento patriótico puertorriqueño.

Fortuño y los federales pretenden imponer la más dura de las manos duras, incapaces como han sido de asegurar al menos un poco de tranquilidad al Pueblo.

La designación de Pesquera ocurre diez y nueve años después de que el entonces gobernador Pedro Rosselló, correligionario de Fortuño, convocara a la Legislatura con carácter de urgencia, para ofrecer su propuesta de “mano dura contra el crimen”. Ello ocurrió el 11 de febrero de 1993. Rosselló había juramentado el dos de enero anterior. Ese mes hubo 104 asesinatos en el País. Con apenas siete páginas de un discurso peligrosamente superficial y agresivo y con el apoyo incondicional de la Legislatura PNP, se inició un proceso que incluyó, entre otras medidas, la ocupación de comunidades pobres por la Guardia Nacional, la celebración de un referéndum para derogar el derecho constitucional a la fianza, la construcción de prisiones, el reclutamiento masivo de policías y una “declaración de guerra” a los criminales.

Según datos oficiales, en estos diez y nueve años de política de mano dura (1993-2011) han sido asesinadas 15,499 personas, un promedio de 815 personas al año. Las cifras más elevadas han ocurrido precisamente en 1993 (954), 1995 (995) y 2011 (1,136).

Pero esos números no reflejan lo peor: el clima general de violencia desatada por todos y todas como cosa normal, promovida como si nada por los medios de comunicación, auspiciada y tolerada por funcionarios de gobierno, ejecutada por cónyuges contra cónyuges, padres y madres contra hijos, jóvenes contra ancianos, vecinos contra vecinos o desconocidos contra desconocidos.

Esa realidad, en la que estamos implicados todos y todas, no constituye un problema policiaco. En este país se cometen cada día miles de actos de violencia, la mayoría de los cuales no adquiere naturaleza de delito. No son delincuentes, ni miembros del punto, ni gatilleros, ni asaltantes, los responsables de gran parte de esos actos. Son ciudadanos como usted y como yo, que nos hemos ido contaminando de esas formas violentas e insensibles para dilucidar cualquier situación.

Frente a ese cuadro de raíces profundamente sociales, nada puede hacer la Policía que no sea atender los casos que le sean informados, luego de que los hechos hayan acaecido.

Lo que Puerto Rico necesita con carácter de emergencia no son más policías armados hasta los dientes, ni superagentes del FBI manchados con lo peor; ni políticas de mano dura que nos han llevado al desfiladero.

Lo que Puerto Rico necesita urgentemente son fuentes de trabajo, atención amorosa a nuestros niños, poder para controlar nuestro espacio marítimo, aéreo y terrestre, justicia distributiva, que cese el consumerismo vicioso que impone la idea de que se vale por lo que se tiene y no por lo que se es. Lo que necesitamos es una visión salubrista que eche a un lado las visiones represivas y policiacas que tanto daño nos han hecho. Lo que necesitamos es un sistema educativo integrador, patriótico y pertinente; medios de comunicación de masas que dejen de ser cómplices del mercadeo inescrupuloso de la violencia y el odio.

Necesitamos imponer nuevas visiones de mundo, nuevos paradigmas, en los que predominen el amor, la solidaridad, el respeto, la justicia, la igualdad, el culto al trabajo y al estudio y el deseo de servir al prójimo y al País. De estas cosas ni Fortuño, ni Pesquera, ni el Homeland Security saben un comino. Ni les interesa saber.

Es tarea nuestra, ineludible, inexcusable, en la que, literalmente, nos va la vida.

* El autor es profesor universitario y Copresidente del Movimiento Independentista Nacional Hostosiano.

Fundación Juan Mari Brás

 

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