Sábado, Noviembre 23, 2024

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Willie, la UPR y el cambio de época*

El presidente de Ecuador, Rafael Correa, ha dicho, al referirse a los procesos políticos, sociales, económicos y humanos que se han ido dando en Nuestra América durante la pasada década, que más que estar ocurriendo una época de cambios como en otras tantas ocasiones, estamos ante un cambio de época. Es decir, ante un cambio de los paradigmas prevalecientes, de las visiones, concepciones, pensamientos e ideas esenciales, sobre la forma y manera cómo debe organizarse y convivir la sociedad, en pos de la armonía y la felicidad colectiva.

La naturaleza envolvente de ese cambio de época va impactando sociedades diversas, dejando atrás una época fructífera sólo en injusticia, sufrimiento y explotación. Puerto Rico no está ajeno a ese proceso genuinamente revolucionario. Desde la perversidad del colonialismo, que intenta mantenernos eternamente en la resignación y la inamovilidad, el pueblo puertorriqueño va dando signos alentadores de inconformidad con la realidad presente y, sobre todo, de disposición a cambios verdaderos y profundos.

Es en ese contexto que sugiero que  reflexionemos sobre el proceso social iniciado con la huelga estudiantil de la UPR y el ideario que ha dejado a la hora de su muerte el alcalde de Caguas, William Miranda Marín.

El fallecimiento del alcalde de Caguas, William Miranda Marín ha coincidido en el tiempo con el proceso huelgario de la Universidad de Puerto Rico. Igual coincidencia ha habido en el extraordinario impacto provocado por la acción estudiantil en nuestro pueblo y el impacto general de las posiciones políticas de Willie sobre el futuro de Puerto Rico. Ambos se han apoderado de la imaginación de una ciudadanía profundamente necesitada de concebir esperanza en el porvenir.

La huelga estudiantil de la UPR dejó de ser hace tiempo simplemente eso, para convertirse en un envolvente proceso de afirmación nacional, frente a quienes niegan el conocimiento, la cultura y la nación puertorriqueña.

Al redescubrir a sus hijos e hijas frente a los portones de los once recintos de la UPR, el pueblo ha redescubierto la posibilidad de un país mejor, de una sociedad distinta en el que imperen unas relaciones humanas superiores, genuinamente democráticas e igualitarias. Por eso esta huelga ya es victoriosa, más allá de los pliegos de demandas económicas y, sobre todo, más allá del intento infructuoso del gobierno y las autoridades universitarias,  de que imperen la intolerancia, el autoritarismo y la paz de los sepulcros.

Mientras tanto, la lamentable muerte del amigo y compatriota William Miranda Marín nos obliga a reflexionar sobre las formulaciones y propuestas políticas y sociales que Willie fue hilvanando, sobre todo en los últimos años de su vida. Hay quienes se obstinan en reducir su significación a la de un alcalde eficiente, un administrador competente o un militar exitoso. Todo eso forma parte de su vida, sin duda. Pero lo que explica el impacto que ha provocado su deceso en toda la nación, lo que explica su trascendencia más allá de las fronteras municipales de Caguas, son los planteamientos que fue hilvanando sobre el presente y particularmente sobre el porvenir de nuestra patria.

Son planteamientos en los que descubrimos contradicciones y paradojas, que reflejan el esfuerzo de trascender una mentalidad colonialista para acercarse a posiciones liberadoras, donde el atrevimiento es cada vez mayor, en los que el miedo histórico va cediendo ante la valentía de llamar a las cosas por su nombre. Nada más atreverse a plantear, desde el seno mismo del Partido Popular Democrático, la necesidad urgente de provocar una ruptura con el pasado colonial para avanzar a un futuro soberano, es motivo de encomio. Habrá que estudiar con detenimiento el legado que nos deja Willie, en momentos en que los fariseos de su propio partido pretenden disminuir el alcance de sus palabras y su pensamiento.

Pero lo más importante es que tenemos que poner oído en tierra para descifrar adecuadamente las señales que provienen de ese pueblo nuestro, que se entusiasma con la honestidad transparente y la frescura contagiosa de nuestros estudiantes a la vez que se inquieta gustosamente con el llamado a la ruptura y a la lucha por el rescate de la soberanía.
Es que aquí también nos estamos adentrando, poco a poco, a un cambio de época.

*Artículo publicado en el semanario CLARIDAD, edición del 10 al 16 de junio de 2010.

Fundación Juan Mari Brás

 

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