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El colapso del Observatorio de Arecibo

jueves, 3 de diciembre de 2020

Finalmente colapsó. El sofisticado radiotelescopio instalado en los montes de Arecibo por la National Science Foundation (NSF) de Estados Unidos no aguantó más y se vino al suelo. Esto no ha sucedido de la noche a la mañana. Sería ingenuo pensar que nadie se dio cuenta del deterioro progresivo que iba socavando esa inmensa y delicada instalación científica. Aquí hubo cálculo y premeditación.

El radar de Arecibo, como se le ha conocido coloquialmente, fue instalado en esa zona por el gobierno de Estados Unidos en 1960, para cumplir con objetivos que van más allá de la mera detección de un aerolito o la observación de las manchas del Sol. Su administración le fue confiada a la prestigiosa Universidad de Cornell, pero su dirección político-científica-estratégica ha estado siempre en las manos del aparato militar y de inteligencia de Estados Unidos.

En lo fundamental, esa instalación científica es equivalente a la base naval de Roosevelt Roads, a la base aérea de Ramey Fields, a la base naval de San Juan, o a los territorios ocupados en Vieques.

La National Science Foundation se fundó en 1950, bajo la presidencia de Harry S. Truman. Habían pasado cinco años desde el fin de la Segunda Guerra Mundial y el inicio de lo que se conoció como la “Guerra fría”, es decir, el enfrentamiento entre el campo socialista, encabezado por la Unión Soviética (URSS) y el campo capitalista, presidido por Estados Unidos.

En 1945 Estados Unidos hizo alarde de su supremacía tecnológica y bélica, al lanzar bombas atómicas sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, provocando la muerte a cientos de miles de personas, la mayoría civiles. Cinco años después la URSS contaba con un arsenal atómico. La carrera armamentista cobró fuerza desenfrenada. Así también la carrera espacial, al convertirse el espacio sideral en escenario de la lucha por el poder planetario entre los dos sistemas político-económicos en pugna.

La ciencia, la tecnología y el conocimiento en general adquirieron en esos años una importancia extraordinaria. Se convirtieron en instrumentos de poder insustituibles para la industria de guerra y la persuasión política.

En 1957 la URSS envió al espacio a la nave Sputnik I, que circunvoló exitosamente el planeta por primera vez en la historia de la humanidad. Esto provocó el escándalo en los centros de poder en Estados Unidos. La respuesta vino un año después, en 1958, con la creación de la National Aeronautics and Space Administration, la NASA; cuyo presupuesto, por cierto, es superior a los 20 mil millones de dólares.

Dos años después el gobierno estadounidense, a través de la National Science Foundation, instaló el radiotelescopio en Arecibo. Y el doce de abril de 1961, la cápsula Vostok 1 orbitó la Tierra, llevando en su interior al coronel de la fuerza aérea soviética Yuri Gagarin. Era la primera vez que un ser humano era lanzado al espacio. La guerra espacial estaba trabada. En ese contexto el radar de Arecibo tendría una importante tarea que cumplir.

La intención preponderantemente militar de las investigaciones espaciales se hizo evidente bajo la presidencia de Ronald Reagan. En 1983-84 el gobierno estadounidense anunció su intención de implementar lo que denominó “Iniciativa de Defensa Estratégica”, conocida popularmente como star war, en alusión a la película que se presentaba en esos años. Se trataba de un sistema defensivo ubicado en el espacio para prevenir un ataque nuclear contra Estados Unidos; que finalmente no se materializó.

¿Desde cuándo el radar de Arecibo va siendo inoperante a los intereses científico-militares del gobierno de Estados Unidos?

El 3 de diciembre de 1989 se celebró la Cumbre de Malta, en la que los presidentes George Bush (EUA) y Mikael Gorvachev (URSS) anunciaron el fin de la guerra fría. La Unión Soviética y el campo socialista del este de Europa se desplomaban aceleradamente. Esta gran victoria política, militar y científico-técnica del Estados Unidos y sus aliados implicó una alteración a fondo de la geoestrategia y la geopolítica aplicada hasta entonces.

¿Por qué la Universidad de Cornell cesó como administrador de algo tan prestigioso como el radar de Arecibo en 2011? ¿Por qué fue sustituida por la UMET? ¿Por qué no se utilizó algún dinero de los más de seis mil millones de dólares de presupuesto de la National Science Foundation para prevenir las averías del radar de Arecibo? ¿Por qué se le dejó languidecer hasta su colapso en días recientes?

Porque ya no lo necesitan. Porque tienen métodos más modernos y efectivos para adelantar sus objetivos científico- militares. Así de sencillo. Como llegaron, se van.

Ahora el radar de Arecibo es chatarra, como lo son los miles de restos militares, bombas sin estallar y otro material contaminante que dejaron en la Isla Nena.

Por sesenta años utilizaron nuestro territorio para adelantar sus propósitos de dominio y control planetario, con el subterfugio de que estaban escudriñando el universo.

Ahora que se van, a ver si se llevan el basurero que han dejado.

Fundación Juan Mari Brás

 

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