Sábado, Noviembre 23, 2024

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Estamos a tiempo

 

prPuerto Rico necesita reconfigurar sus alineamientos políticos para asegurarse su sobrevivencia. No puede ser que cursos de acción que han resultado ineficientes y contraproductivos todo el tiempo deban continuar siendo los modelos del porvenir.

El daño que progresivamente le hemos infligido al país nos ha llevado a un callejón sin salida. Sin salida económica, sin salida política, sin salida, social, ni cultural ni ambiental ni histórica. Le hemos hecho la vida fácil a los depredadores, a los antipatria, a los corruptos.


Es como si nos hubiésemos imaginado un Puerto Rico eterno, indestructible, todopoderoso. Todavía existe un par de generaciones que entienden que a todo nos podremos enfrentar y solucionar. A los que hemos vivido mucho nos parece que hay más lírica que certeza en ese tipo de afirmación. Nos parece que el tiempo y la degradación de toda nuestra vida colectiva nos grita todos los días que ésa no es la historia del género humano. No es que tenga que ocurrir siempre el fenómeno físico del Vesuvio y Pompeya. Un gran fenómeno de la naturaleza puede poner término a toda una civilización, de tal modo que los rastros de esas culturas queden por siempre en una penumbra de hipótesis y especulaciones. Pero en otras muchas ocasiones son los seres humanos los únicos responsables de las grandes hecatombes humanas.

A veces pienso que los seres humanos que habitamos el Puerto Rico de hoy hacemos, en su desgraciado conjunto, un esfuerzo extraño para hacer del futuro un tiempo inexistente. Hablamos de la natalidad como si habláramos de un tema esotérico; hablamos de la dependencia como una bendición, hablamos de la productividad como una alternativa; hablamos de la seguridad pública y la criminalidad como una guerra, una guerra necesaria; hablamos de la educación en términos de estructuras físicas; al empleo y al trabajo sólo le asignamos valor electoral; con la soberanía política jugamos a la política y la desfiguramos para que parezca ser lo que no es; y al asimilismo lo convertimos en algo honorable por mor de supuestos beneficios materiales.

A poca gente parece importarle que la vida colectiva se torne en una insufrible miseria, y si parece importarle, entonces el modo de canalizar esa inquietud es quejándose de sus condiciones de vida.

Muchos han dicho antes que el signo que nos distingue como país es el miedo al cambio. No sé si más de quinientos años bajo la tutela de dos imperios confirma esa tendencia a la tutela externa. Lo que me parece totalmente cierto es que estamos en los albores de ser útiles solamente al último imperio, sin encontrar maneras de serlo para nosotros mismos. Como país no hemos sabido cómo comportarnos y aunque reclamamos a diario lo mucho que amamos la patria que nos vio nacer, muchos parecen confiar en poderse llevar las cenizas al final de la jornada.

Nada de lo anterior significa que no podamos dar un cambio de timón a la miseria de la vida colectiva que, desde distintas posiciones, hemos contribuido a deteriorar. Para ello se requiere tomar decisiones y determinaciones fundamentales. Creo que podemos cambiar el rumbo y reivindicar un pasado lleno de errores graves que han contribuido al debilitamiento de la identidad nacional hasta el punto de sentir que la misma peligra.

En este momento de profunda y extendida crisis parece que se nos ofrece una última oportunidad de rededicarnos a un servicio especial y distinto del que le hemos venido ofreciendo de manera convencional y tradicional a nuestro a nuestro país, a nuestra única nación, a nuestra única patria.


Oficina Central , C 25 NE 339, San Juan, Puerto Rico 00920

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