Escrito por Wilma E. Reverón Collazo / Copresidenta del MINH
Ayer tuvimos un buen ejemplo de esta admonición del héroe de los derechos civiles. La violencia equivocada y mal dirigida que pueda haber incurrido alguno que otro obrero en el paro NO ES NADA al lado de la violencia que mantiene el Gobierno de Puerto Rico (PNP Y PDP) contra el pueblo trabajador.
Desde que Muñoz Marin nos hipotecó el país con la garantía de pago a los bonistas --elevándolo a rango constitucional-- mientras eliminaban la sección 20 que garantizaba derechos sociales y económicos al pueblo, quedó consagrado el carácter capitalista y de clase y de subordinación a los intereses del capital de EEUU que contiene el ELA como institución de gobierno. Desde entonces el desmantelamiento de los derechos de los trabajadores ha ido sin prisa pero sin pausa.
Se comenzó por la venta del patrimonio del pueblo (fábricas de vidrio, cemento, telefónica, servicios de salud, intento de privatización de la AAA, AEE, aeropuerto). Ciertamente ha cogido mayor velocidad desde la Ley 7 para acá, pero esto es solo la culminación de la etapa final del desarrollo de la economía bajo el neoliberalismo.
¿Cómo era que decía Eddie López? Bienaventurados los boca abajo porque cogerán desde arriba. Los que están haciendo eco a la campaña antiobrera porque un trabajador tenía una lata de cerveza en la mano y otros le empujaron la puerta a un ciudadano y dieron golpes en la guagua que conducía, aunque ciertamente no es la mejor imagen para las relaciones públicas de las uniones, piensen si esos accidentes aislados merecen más cobertura y más indignación que todo el plan de agresión, despojo y desmantelamiento que se ha desarrollado contra la clase trabajadora durante décadas.
Piensen si la corrupción, el pillaje, el abuso policiaco, el abuso de poder, el patronazgo político, las realezas partidarias y sus privilegios, los niñatos privilegiados de los partidos en posiciones de poder automático, el desmantelamiento de los servicios de salud, de educación, el abandono de los niños de educación especial, la destrucción ambiental, la ruina de la clase comerciante puertorriqueña, la invasión de las megatiendas, la destrucción de nuestra agricultura y el endeudamiento del gobierno en beneficio de unos pocos con conexiones partidarias, acumulada por años, décadas, no tiene que en algún momento hacer que el pueblo erupcione como un volcán.
Hemos sido unos aguantones, hemos estados dormidos como pueblo, y yo solo espero que el día que despertemos, que nos indignemos de verdad contra los verdaderos responsables de este país chatarra, que no sea momentáneamente ni esporádicamente, y que tengamos la capacidad de llevar todo esa energía y ese coraje a construir un nuevo país.
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