Escrito por Wilma E. Reverón Collazo / Copresidenta del MINH
Héctor O’Neill es el “niño símbolo” de todo lo que está mal en la política de este país.
De cuna humilde se aferra al poder a través de su participación en una maquinaria política corrupta. Se convierte en protagonista principal y líder en el Partido Nuevo Progresista. Utilizando el gancho de la “ideología estadista”, por años logra perpetuarse como alcalde de "Guaynabo City”, donde elección tras elección los llamados “guainabitos” y el pueblo humilde de Guaynabo lo reeligen a pesar de que era de conocimiento de todos lo que se comentaba con insistencia de presuntos ataques sexuales a empleadas del Municipio, el traqueteo y fraude electoral que salió a la luz pública en unas primarias en las que, como siempre, la soga partió por lo más finito y el alcalde escapó, una vez más, con impunidad absoluta.
Sus gastos extravagantes en colecciones de automóviles antiguos no parecen haber llamado la atención y levantado bandera con la Oficina de Ética Gubernamental. Las quejas de las víctimas de acoso sexual no merecieron la atención de la entonces procuradora de la Mujeres y hoy secretaria de Justicia, Wanda Vázquez.
Si no hubiera sido por la indignación militante de miles de mujeres, de seguro seguiría en la alcaldía tan pancho como siempre. Lo peor de todo es que en 2020 de seguro saldría reelecto por esos ciudadanos de Guaynabo City, que a cambio de un nombre en inglés pareciera como si hubieran perdido todo sentido de ética y moral ciudadana.
¿Es que ser estadista relaja los esfínteres de la decencia? ¿Es que lo que los líderes estadistas desean emular de su admirada nación es el sistema corrupto electoral en el que unos grupos de intereses, los llamados PACS (Political Action Committees) compran influencias repartiendo dinero a manos llenas a los políticos en el Congreso? ¿Es que la hipocresía de los evangelizadores de aviones privados y relojes marca Rolex se ha convertido en la nueva moral cristiana que apoya estos desviados del movimiento estadista?
Este 11 de junio el pueblo se enfrentará a un dilema que tiene tanto de político como de moral. La estadidad que nos venden los políticos del PNP tiene un solo objetivo: mantenerse comprando conciencias para perpetuar en el poder la misma camarilla que ha privilegiado a los ricos y poderosos, y atacado la dignidad de los humildes mediante la manipulación, la mentira y compadrazgo político.
No se equivoquen, la estadidad es para mantenerlos pobres porque solo así fluirán los millones en fondos federales que aspiran a saquear para beneficio propio. No hay patriotismo por la gran nación, cuyo himno apenas pueden tararear, lo que hay es oportunismo. En eso Héctor O’Neill ha sido el gran maestro. (endi.com) Foto: Víctor Birriel/MINH
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