Escrito por Alejandro Torres Rivera / MINH
El gobierno de Estados Unidos se encuentra contemplando a corto plazo una intervención militar contra la República Árabe Siria. Su alegada justificación lo constituyen informes, hasta ahora no confirmados y [...]
ciertamente desmentidos por el gobierno del presidente Bashar al- Assad, sobre la utilización por parte de las fuerzas armadas sirias de armamento químico.
Una denuncia anterior hecha por los gobiernos de la Unión Europea, las monarquías reaccionarias del Medio Oriente y Estados Unidos en el mes de mayo, fue desmentida por Carla Del Ponte, una exfiscal general suiza que sirvió como fiscal en casos llevados ante la Corte Internacional de Justicia en la anterior Yugoeslavia. Ponte señaló a la oposición siria y no al gobierno como responsables por el uso de gas sarín, armamento químico proscrito por las leyes internacionales.
Es importante destacar que detrás de la fachada de «grupos rebeldes o de la oposición», en Siria se esconde por parte de Occidente y sus aliados una oposición mercenaria y sanguinaria que ha sumido al país en un caos en su afán por derrocar al gobierno constitucional vigente. Un componente principal de esta llamada oposición la conforman elementos provenientes de diversos países vinculados con el Frente Al Nusra, una organización vinculada con Al Qaeda y las monarquías de Catar y Arabia Saudita.
De acuerdo con información divulgada por el periódico estadunidense Washington Post, la intervención militar de Estados Unidos sería de «alcance y duración limitados, diseñada para servir como castigo por el uso de armas químicas como elemento disuasorio por parte de Siria.» En la noticia, indica, que Estados Unidos no contemplaría en estos momentos una participación mayor. Tales argumentos, sin embargo, a la luz del desplazamiento de medios militares, aéreos y navales hacia la zona del Medio Oriente por Estados Unidos, Francia, Alemania y el Reino Unido de la Gran Bretaña, sugieren lo contrario. Más bien nos recuerda lo hecho contra Libia hace apenas dos años.
Es ridículo el argumento esgrimido por Estados Unidos para justificar esta agresión sobre el ataque perpetrado por las fuerzas armadas sirias contra la población civil, ocurrido según grupos opositores al gobierno, mientras se encuentran en Siria inspectores de la ONU. Sólo en una mentalidad imperialista cabe tal suposición, particularmente si nos formulamos la pregunta de qué podría ganar el gobierno del presidente Assad con tal acción. Es lógico suponer que ante la advertencia hecha hace poco menos de un año por Estados Unidos sobre su intención de escalar su intervención, incluyendo una directa, si el gobierno sirio utilizaba en el conflicto tal tipo de armamentos, el gobierno sirio evitara el uso del tal tipo de armamentos.
Los funcionarios internacionales ya han comenzado a recopilar información para determinar, si en efecto y por quién, se utilizaron «gases nerviosos». Sin embargo, sin esperar a que concluyan sus investigaciones, Estados Unidos se apresta a encabezar una alianza de más de treinta países, al margen de lo que decida el Consejo de Seguridad de la ONU, para atacar y violentar la soberanía de Siria. Lo anterior demuestra que a Estados Unidos le tiene sin cuidado el resultado de la investigación efectuada por especialistas de las Naciones Unidas.
El Reino Unido de la Gran Bretaña, aliado de Estados Unidos en este tipo de aventuras como la ocurrida con las alegadas armas de destrucción masiva en poder de Saddan Hussein, participó de las campañas militares que tanta muerte y destrucción han ocasionado al pueblo iraquí.
En los próximos días el gobierno británico se propone presentar una nueva resolución en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que legitimen esta acción de guerra contra Siria. Se prevé que la Federación Rusa, una vez más, ejerza su poder de veto en dicho organismo. Para Estados Unidos, sin embargo, la legalidad internacional sólo tiene algún valor si tal legalidad se pliega sus intereses geopolíticos.
Jay Carney el Secretario de Prensa del gobierno de Obama, ha indicado en recientes declaraciones lo siguiente: «las opciones que estamos considerando no apuntan a un cambio de régimen.» Mientras tanto, los jefes de Estado Mayor de al menos diez países aliados de Estados Unidos se reunirán el Jordania para discutir, entre otros asuntos, los niveles de colaboración militar en esta campaña que se proponen iniciar; colocan en suelo jordano misiles Patriot y aviones de combate F-16; mantienen en dicho país unidades de combate estadounidenses; colocan frente a la costas de Siria naves y submarinos portadoras de misiles de largo alcance y precisión, e introducen cientos de combatientes altamente entrenados para operar al interior de Siria. En esta faena Occidente cuenta también con el apoyo y respaldo de Israel.
Lo cierto es que hasta el presente, el récord de Estados Unidos e Inglaterra con el uso de este tipo de estrategias ha conllevado la destrucción de países y gobiernos constituidos como recientemente ocurrió en Libia y el asesinato de sus dirigentes y principales funcionarios electos. Ninguna de estas agresiones ha conllevado beneficios para los pueblos que las sufren, aunque si jugosas ganancias para el capital transnacional de los países que en ella participan.
Entre los países aliados que tendrían una participación directa o indirecta en esta agresión a Siria se encuentran, además de Estados Unidos, Jordania, el Reino Unido de la Gran Bretaña, Francia, Alemania, Italia, Canadá, Turquía, Arabia Saudita, Israel y Catar. Todos estos países tuvieron diferentes niveles de participación en la agresión contra Libia, como también participación en la guerra contra Iraq y Afganistán. Se trata también de países que han mantenido una posición muy firme contra la República Islámica de Irán. Sería de esperar, porque así también ha sido antes su conducta, la sumatoria de España y otros países de la Unión Europea en este conflicto contra Siria.
Frente a los planes de agresión, países cercanos a la zona como son la Federación Rusa, la República Islámica de Irán y organizaciones político militares como Hezbolah en el Líbano, han manifestado abiertamente su rechazo a una intervención militar de Estados Unidos. A nivel internacional, otros países también han manifestado su rechazo a una intervención en Siria, manifestando su esperanza de que las partes involucradas en la situación interno puedan solucionar entre ellas, por una vía no militar, la situación interna del país. No obstante, noticias que hoy y recorren los medios sociales, indican que La Federación Rusa no tolerará una agresión militar contra Siria, lugar al cual ya también ha desplazado una parte de sus medios navales, aéreos y del ejército de tierra. Rusia, además, ha provisto a Siria armamento esencial para su defensa en caso de una invasión militar por parte de Occidente.
Una agresión contra Siria tiene el potencial de encender una chispa que podría provocar un conflicto político-militar de naturaleza regional muy distinto a lo que hasta ahora han sido los escenarios ocurridos con Iraq y Afganistán. Dentro de los planes de Occidente es claro que se persigue construir por la fuerza una nueva geografía política de los estados del Oriente Medio y Asia Central, Con ello aspiran a colocar los intereses de Estados Unidos y sus aliados en una zona de convergencia y choque con los intereses nacionales o supranacionales de otros estados de la región.
Un conflicto en la zona podría también llevar a la República Popular China a tener algún nivel de presencia, particularmente en el marco del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, en el aprovisionamiento de armamento y asesoría técnica a algunos gobiernos afines a Siria, y claro está, en la defensa de sus intereses energéticos provenientes del Medio Oriente y Asia Central. El conflicto, además, tiene el potencial de involucrar las organizaciones y estructuras militares irregulares que desde hace años ha venido desarrollando Al Qaeda en la región con el apoyo de las monarquías reaccionarias de la península arábiga y sus ramificaciones en el norte de África, como son los casos de Libia, Egipto y Túnez, por solo mencionar algunos países.
Para algunos analistas de los sucesos, el plan de Occidente podría contra Siria es una reproducción ampliada y mejorada de la estrategia que hace más de una década se ensayó en el caso de Kósovo. Allí la intervención militar de la OTAN se produjo al margen de la legalidad internacional, es decir, sin el mandato del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Como parte de este plan, reproducirían en Siria el modelo ensayado en la antigua Yugoeslavia, fragmentando el país en varias partes para de esa manera ejercer sobre la región una mayor dominación.
En la zona existen valiosos recursos energéticos sobre los cuales Occidente nunca ha renunciado a su control, independientemente los cambios políticos ocurridos en la región al formarse estados políticos independientes, desgajados principalmente de Francia y el Reino Unido de la Gran Bretaña como potencias coloniales. La recolonización de la región, volviendo a los viejos esquemas neocoloniales de la postguerra, sigue siendo parte de la agenda imperialista de redistribución del mundo en zonas de influencia. Se trata después de todo, con aquellos ajustes que el paso de los años y el desarrollo económico y tecnológico añaden, del mismo modelo de imperialismo descrito por Vladimir Illich Ulinanov (Lenin) en sus escritos cuando le describe como una fase superior del capitalismo.
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