Escrito por Alejandro Torres Rivera / MINH
Como tantos otros sucesos imperialistas del cierre del Siglo 19, en 1898 la representación del Imperio Británico en China a través de Claude MacDonald, negoció un acuerdo en virtud del cual la Corona británica se arrogó ciertos derechos en una porción de la superficie de este país oriental por un período de 99 años. No sería sino hasta 116 años más tarde que el acuerdo sería revisado.
Las relaciones del Imperio Británico con Hong Kong, sin embargo, se remontan al período conocido como la Guerra del Opio entre los años 1839 a 1842, cuando la marina británica se apoderó por la fuerza de varias islas en la costa de China para utilizarlas como estaciones carboneras de sus buques, incluyendo entre ellas la península de Hong Kong.
Mediante del Tratado de Nankín en 1842 Hong Kong pasó a convertirse en una posesión británica. Más adelante, mediante la Convención de Pekín en 1860, otros territorios se sumaron a Hong Kong, aumentando su superficie a lo que es hoy de 1,096 kilómetros cuadrados donde conviven 7.8 millones de ciudadanos de la República Popular China. Dicho Tratado, al igual que otros suscritos con igual propósito, fueron a partir del 1 de octubre de 1949, fecha del triunfo de la Revolución China, repudiados por el Partido Comunista de China.
Para 1984 el gobierno del Reino Unido de la Gran Bretaña y el de la República Popular China acordaron la Declaración Conjunta Sino-Británica. En virtud de ésta, se estableció en el territorio ocupado por Hong Kong la ¨Región Administrativa de Hong Kong¨. Concebida esta zona por el precursor de la moderna República Popular China, el Presidente Den Xiaoping, los acuerdos negociados entre ambos gobiernos supusieron el reconocimiento recíproco del concepto ¨un país, dos sistemas¨.
Den Xiaoping planteó la necesidad de una transformación económica de gran magnitud en China. La misma que llevaría al país a su modernización radical en el terreno económico, aunque ciertamente en lo concerniente a lo político e ideológico, los cambios se definieron en forma mucho más conservadora. Así, bajo la dirección del Partido Comunista de China y bajo consideraciones de desarrollo de un modelo económico basado en la economía planificada, característica de los modelos socialistas, China incorporó en sus políticas de desarrollo la propuesta de Den Xiaoping de “dos modelos, un sistema”. Mediante éste, a la par que reivindicaba el carácter socialista del país, introdujo reformas de corte capitalista en su economía.
La transferencia de poderes entre el Reino Unido de la Gran Bretaña y la República Popular de China en Hong Kong se produjo el 1ro. de julio de 1997. No obstante, no fue sino hasta la promulgación de la ¨Ley Fundamental de la Región Administrativa Especial de Hong Kong¨, aprobada en abril de 1990, que se dispuso que durante un período de tiempo que culminaría en el año 2047, en Hong Kong se garantizaría un régimen de gobierno distinto al que prevalecería en el resto de la República Popular China. Bajo el mismo, si bien se establecerían garantías autonómicas y relaciones de producción capitalistas; es el gobierno central de la RPCh el que asumiría el control de la región sobre aspectos tales como la defensa, la seguridad y el ejercicio de la soberanía política.
Dentro del ámbito de esa autonomía de la Región Especial de Hong Kong se incluía lo concerniente a educación, cultura, ciencia, técnica y deportes, por mencionar algunos aspectos. Si bien se dispuso que la población de Hong Kong elegiría un Jefe Ejecutivo, su gobierno, su Consejo Legislativo y un Tribunal de Apelación Final; de otra parte han surgido diferencias de interpretaciones en lo relacionado con el ejercicio del derecho al voto y los requisitos para ejercer el mismo.
Mientras para las autoridades de la República Popular China el proceso de transición debería ir dirigido a uniformar los derechos de los chinos en Hong Kong en armonía con lo que constituyen los derechos de 1,300 millones de chinos adicionales que conviven en la República Popular China; sectores residentes en Hong Kong insisten en que dicho ejercicio sea distinto al resto del país, promoviendo una visión sobre el derecho al voto que se asemeja más a aquel que se utiliza en Occidente, en particular en los países imperialistas occidentales, que aquel que se utiliza en el resto de la República Popular China. Por eso, frente a las insistencias de estos sectores en Hong Kong de reclamar la celebración de elecciones en 2017 siguiendo este modelo occidental, las autoridades chinas han insistido en que no será de esa manera, sino que el proceso de escoger sus autoridades será el mismo que en el resto del país.
La situación de conflicto surge a raíz de la decisión del Gobierno de la República Popular China de no acceder a elecciones basadas en el sufragio universal para la elección del Jefe Ejecutivo. Pautadas originalmente para 2017, mediante una Reforma Electoral de 29 de agosto de 2014, se dispuso que los electores votarían por uno de tres candidatos seleccionados por un comité compuesto por unas 1,200 personas las cuales se señalan como favorables al gobierno central de China. En su origen, fueron los jóvenes los que se lanzaron a la calle en protestas contra esta decisión insistiendo en que las nuevas autoridades fueran electas mediante el sufragio universal. A diferencia de otras protestas, particularmente las ocurridas en la Plaza Tienanmen en 1976 para la expulsión de la llamada ¨Ganga de los Cuatro¨; y la desarrollada entre abril y mayo de 1989 solicitando reformas al sistema de gobierno existente en China las cuales adquirieron en poco tiempo manifestaciones violentas, las características asumidas por el movimiento de los jóvenes en Hong Kong ha sido hasta el presente fundamentalmente pacífico. Para las autoridades chinas, sin embargo, las movilizaciones constituyen acciones que quebrantan el orden establecido así como la legalidad vigente.
No es de extrañar que dentro de los movimientos desarrollados en Hong Kong haya surgido, de inmediato, el apoyo de Estados Unidos, el gobierno del Reino Unido de la Gran Bretaña y otras potencias occidentales. Para las autoridades chinas, está muy presente la manera en que estas mismas potencias han pretendido aprovechar situaciones internas en China relacionadas con movilizaciones y protestas sociales para de esa manera intervenir en ellas fomentando y subvencionando las mismas. De hecho, funcionarios de la República Popular China han considerado las expresiones hechas fomentando las protestas como una interferencia en los asuntos internos de China.
Al examinar el desarrollo de los acontecimientos, llama también la atención, porque no se trata de un asunto atribuible a la casualidad, que las protestas se estén desarrollando dentro del marco de la conmemoración del 65 Aniversario de la Revolución China y recientes diferencias entre Estados Unidos y la República Popular China, particularmente en torno a las pretensiones estadounidenses y de la Unión Europea en Siria y el resto del Medio Oriente.
Las características, incluso el nombre adoptado para describir el movimiento de protesta en Hong Kong, ¨Occupy Central¨, guardan también un parecido con aquel dado a los movimientos de protestas ocurridas hace apenas dos años en Estados Unidos y Europa con el movimiento ¨Occupy¨. Si bien en aquellos casos las protestas asumían un carácter eminentemente anti neoliberal, en este caso, utilizando el mismo nombre, se denomina un movimiento de protesta contra un Estado político que si bien contiene elementos capitalistas en algunas de sus relaciones de producción, también mantiene otros elementos asociados a la construcción del socialismo, como es la planificación de la economía.
Mientras la prensa occidental denuncia el uso de gas pimienta y gases lacrimógenos contra los manifestantes en Hong Kong, para nada mencionan la manera en que tanto en Wall Street, como en diversas ciudades europeas fueron reprimidos los manifestantes durante las protestas del movimiento Occupy. Resulta por demás interesante que mientras los manifestantes reclaman el derecho a unas ¨elecciones libres¨ para la selección de sus gobernantes en Hong Kong, aquellos y aquellas que denuncian hoy los sucesos en China, pierdan de perspectiva que en la época del dominio y control del Reino Unido de la Gran Bretaña sobre este territorio, sus principales funcionarios no eran electos mediante el sufragio universal sino que eran designados unilateralmente por la Corona Británica.
La base de la propuesta de ¨un país, dos sistemas¨, no fue otra que crear las condiciones para la reunificación de enclaves coloniales que siglos de explotación imperial habían producido como cicatrices en el cuerpo en la China Continental. Entre estos enclaves se encontraban no solo Hong Kong como enclave colonial británico, sino Macao, como enclave portugués, hoy, al igual que Hong Kong, una Región Administrativa Especial. Dentro del esfuerzo de reunificación de China, también está pendiente la situación de Taiwan o Taipei (conocida como República Nacionalista de China), isla-provincia localizada en el Mar de China en la cual se refugiaran los últimos reductos del Kuomintang en 1949 tras su derrota militar por el Ejército Popular de Liberación bajo la dirección de Mao Tse Tung y el Partido Comunista de China.
Ciertamente las características que asume el proceso electoral en la República Popular China o en Hong Kong no son similares a aquellas que asume el proceso electoral en Puerto Rico, en Estados Unidos o en países de la Unión Europea. Sin embargo, el modelo de uno u otro país no lo hace per se superior o inferior cuando tal ejercicio del derecho al voto es insuficiente a la hora de promover mejores condiciones de vida, de salud, de educación e incluso, de participación efectiva del pueblo en la toma de decisiones que afectan los derechos y obligaciones de los ciudadanos. Democracia presume el derecho a seleccionar y elegir, pero el derecho a elegir y votar no es por sí mismo, sinónimo de democracia.
Lo que en estos momentos se desarrolla en Hong Kong puede llevar a cambios positivos en el desarrollo de la democracia participativa en dicha Región Administrativa Especial, así como la manera en que se desenvuelva a situación, puede llevar a su contrario.
China cuenta con una gran tradición histórica en cuanto a cómo los movimientos de estudiantes y jóvenes han contribuido a profundas transformaciones históricas, sobre todo a partir del movimiento de los estudiantes en 1919 y más adelante, en 1921, con la fundación del Partido Comunista de China. Fueron también millones de jóvenes aquellos que se sacrificaron en la lucha, ofrendando sus vidas por la salvación de la Patria, ante la ocupación japonesa; y fueron también millones de jóvenes aquellos que llevaron bajo la dirección del Partido Comunista de China a feliz término en 1949 su Revolución. Fue desde ella, desde donde también esos jóvenes emprendieron las transformaciones económicas, políticas y sociales necesarios en el país para llevarle al nivel de potencia mundial en que hoy se encuentra, 65 años después del triunfo de su Revolución. También son jóvenes, aquellos y aquellas que hoy se encuentran ubicados sirviendo al país desde los campos de la ciencia, las artes y la defensa. Esa juventud también tiene algo que decir.
Los sucesos acontecidos tras las protestas en Hong Kong y su desarrollo en los días siguientes nos irán configurando una idea más precisa y clara de quiénes son los actores sociales del proceso y cuáles los mecanismos desarrollados por las autoridades de la República Popular China para atender la situación.
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