Domingo, Noviembre 24, 2024

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El centenario del fin de la Primera Guerra Mundial: ¡para que no se nos olvide!

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El pasado 11 de noviembre, a las 11:00 de la mañana, replicaron cien años después en Europa las campanas de las iglesias. Ese replicar este mes y a esa hora como acto simbólico, nos recuerda el fin de la Primera Guerra Mundial, también conocida en la historia como la “Gran Guerra”.



Se trata hasta entonces de la más cruenta guerra librada en la historia de la humanidad a escala planetaria. El conflicto bélico duró cuatro años. Si bien participaron en ella cerca de una docena de grandes países industrializados, la naturaleza del conflicto arrastró tras de sí a decenas de territorios coloniales involucrando cerca de 800 millones de personas, lo que se estima entonces era cerca de la mitad de la población mundial. Las hostilidades bélicas comenzaron el 28 de julio de 1914 y se extendieron hasta el Armisticio, decretado el 11 de noviembre de 1918, el cual fue seguido con el Tratado de Paz de Versalles, suscrito por las partes beligerantes el 28 de junio de 1919.

 

Los dos grandes bandos en los cuales se dividieron los países en el conflicto fueron las llamadas “Potencias Centrales” (Triple Alianza), frente a los denominados “Aliados” (Triple Entente). De la primera formaron parte los imperios Austro-húngaro, Alemán, Turco-otomano y el Reino de Bulgaria; con el apoyo adicional del Emirato Jabal Shammar, el Estado de Dervish, el Sultanato de Darfur, la República de Azerbaiyán, y otros pueblos o naciones. Dentro del campo Aliado formaron parte Francia, África Occidental Francesa, el Reino Unido de la Gran Bretaña, Australia, Canadá, India británica, Nueva Zelanda, Suráfrica, Terranova, el Imperio Ruso, el Reino de Italia, Libia italiana, Estados Unidos de América, el Imperio de Japón, Bélgica, Grecia, el Reino de Montenegro, Rumanía, el Reino de Serbia, la República de Portugal, y otros más. Como puede verse, se trata de un conflicto donde las potencias coloniales arrastraron tras de sí no sólo a sus propias poblaciones sino también a los diferentes pueblos y regiones mantenidos bajo su control colonial, o aquellos territorios en disputa por el control de los mismos.

 

La Primera Guerra Mundial fue precedida en su naturaleza por la Guerra Hispano-Cubano-Americana de 1898. Como aquella, fue una guerra inter imperialista por la redistribución del mundo en zonas de influencia entre aquellas potencias imperialistas que habían llegado a un grado de desarrollo temprano del capitalismo y donde el capital financiero controlaba sus economías; se enfrentaban a aquellos otros países que, llegados más tarde en su configuración como estados nacionales y desarrollo capitalista, se disputaban con las primeras precisamente las regiones bajo su control, ello en aras de expandir su influencia política, militar y económica; la obtención de nuevas fuentes de materia prima para el desarrollo de sus industrias; y un lugar de destino o mercado para la venta de sus mercancías. Es la etapa imperialista del desarrollo capitalista.

 

Vladimir Illich Ulianov (Lenin), en su libro El imperialismo, fase superior del Capitalismo, al describir precisamente esta etapa imperialista del modo de producción capitalista, indicaba:

 

“…el rasgo característico del período que nos ocupa es el reparto definitivo del planeta, definitivo no en el sentido de que sea imposible repartirlo de nuevo—al contrario, nuevos repartos son posibles e inevitables--, sino en el de que la política colonial de los países capitalistas ha terminado ya la conquista de todas las tierras no ocupadas que había en nuestro planeta. Por primera vez, el mundo se encuentra ya repartido, de modo que lo que en adelante puede efectuarse son únicamente nuevos repartos, es decir, el paso de territorios de un ‘propietario’ a otro, y no el paso de un territorio sin propietario a un ‘dueño’.”

 

En referencia a esta etapa imperialista del capital, en el mismo capítulo del libro citado, Lenin señala lo siguiente:

 

“Vivimos, por consiguiente, en una época peculiar de la política colonialista mundial que se halla íntimamente relacionada con la ‘fase contemporánea de desarrollo del capitalismo’ con el capital financiero.”

 

En esta Primera Guerra Mundial se estima en 65.8 millones el número de soldados movilizados de los cuales 8.5 millones murieron. Esta cifra, sin embargo, no refleja la amplitud de bajas relacionadas con el conflicto bélico. Aunque el análisis de los participantes en la guerra sigue siendo fuente de debates, se señala como un número promedio aceptable que de esos que combatieron en la guerra, de los cuales 60 millones fueron europeos y rusos, el 76% falleció o recibieron heridas en la contienda. Si se toma en consideración la totalidad de las “bajas” que ocasionó el conflicto, la suma crece exponencialmente. Veamos. Las bajas de la Triple Alianza se contabilizan de la siguiente manera: muertos (4,386,000), Heridos (8,388,000), Desaparecidos (3,629,000), para un total de 16,403,000. Por su parte, las bajas de los países Aliados, fueron: Muertos (5,520,000), Heridos (12,831,000), Desaparecidos (4,121,000), para un total de 22,477,000. En definitiva, si se toman en consideración estas cifras, que incluye combatientes y civiles, las bajas se aproximan a los 40 millones de seres humanos.

 

Fue también esta guerra donde nuevos armamentos e instrumentos de muerte fueron utilizados por primera vez, entre ellos la aviación, artillería de largo alcance, tanques y armamentos químicos, como fueron los gases mostaza y el cloro, estos últimos causando la muerte de más de 90,000 soldados y provocando la ceguera y graves daños en los sistemas respiratorios a cerca de un millón de soldados. En gases tóxicos solamente se lanzaron durante el conflicto 124 millones de toneladas.

 

Se indica que los sucesos que precipitaron la Primera Guerra Mundial se relacionan con un incidente en el cual, el 28 de junio de 1914, un nacionalista serbio asesinó al archiduque Francisco Fernando, heredero al trono de Austria y a su esposa. Le magnicidio desata en primera instancia un conflicto entre Serbia y Austria donde cada una de las partes activó sus respectivos tratados de seguridad con sus vecinos y aliados en el orden militar. Así las cosas, tropas de imperio austro-húngaro se desplazaron sobre Serbia, mientras Alemania hizo lo propio sobre Bélgica y Luxemburgo en dirección a la ocupación de Francia. El Reino Unido de la Gran Bretaña salió en defensa de Serbia y Francia enviando sus tropas a suelo francés a lo que pasó a conocerse como el Frente Occidental; mientras el Imperio Ruso que había tomado partido con las potencias aliadas contra Alemania y sus aliados lanzó su ofensiva en lo que pasó a llamarse “Frente Oriental”. Ya en noviembre el Imperio Turco-otomano había tomado partido en la guerra junto a las Potencias Centrales; mientras Italia y Bulgaria se sumaron a las Potencias Aliadas en 1915; Rumanía en 1916 y Estados Unidos de América en 1917.

 

Esta aproximación sobre el evento detonante de la guerra, que no deja de ser cierta como dato histórico, de alguna manera oculta la realidad de las contradicciones inter imperialistas que entonces se producían entre las potencias industriales, las cuales más temprano que tarde, como apuntara Lenin, hubieran desatado el conflicto entre éstas.

 

Un dato interesante de la entrada de Estados Unidos en la guerra no es tanto el hundimiento por parte de un submarino alemán del buque de pasajeros británico Lusitania el 7 de mayo de 1915, donde fallecen 128 ciudadanos estadounidenses; sino un telegrama interceptado por los británicos, suscrito por el ministro de Relaciones Exteriores de Alemania, Atrhur Zimmermann a su embajador de México, Heinrich von Eckardt, donde el primero demanda del segundo el uso de sus buenos oficios para convencer al presidente de México de que su país entrara en la guerra del lado de las Potencias Centrales, ello a cambio de la restitución de los territorios anexados por Estados Unidos en el Siglo XIX que habían pertenecido a México.

 

Como indicamos, desde muy temprano la guerra en Europa se dividió en dos grandes frentes de batalla, el Frente Occidental y el Frente Oriental. Fue en países como Francia, Bélgica y Alemania donde mayormente se desarrollaron los más difíciles escenarios de la guerra en el Frente Occidental. En el Frente Oriental, por su parte, los principales escenarios de la guerra se libraron en las fronteras del Imperio Ruso con el Imperio Austro-húngaro y el Imperio Alemán. En el caso del Imperio Ruso, tras varias derrotas en el Frente Oriental, las debilitadas fuerzas que luchaban contra las Potencias Centrales, avivadas en el interior del país y en los frentes de batalla por la resistencia de obreros, campesinos y soldados en rechazo a continuar en el conflicto, se produce en febrero de 1917 una Revolución burguesa que echa abajo la dinastía de los Romanov y proclama la creación de un gobierno provisional. El nuevo gobierno, sin embargo, decide continuar la guerra contra Alemania y sus aliados. Es contra este gobierno, que el sector bolchevique del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso (POSDR) meses más tarde se levanta en armas y mediante la Revolución Bolchevique, tras la toma del Palacio de Invierno y las principales ciudades, proclama el Estado socialista (soviético) de Rusia y se entablan negociaciones inmediatas con las Potencias Centrales para dar fin al conflicto, firmando el 3 de marzo de 1918 el Tratado de paz de Brest-Litovsk.

 

La firma del tratado, considerado por los propios bolcheviques como oneroso pero necesario, representó para la recién surgida república socialista rusa la cesión a Alemania, al Imperio Austro-húngaro, al Imperio Turco-otomano, a Rumania y a Bulgaria de importantes porciones de territorio de la Rusia imperial en lo que hoy es Finlandia, Estonia, Letonia, Lituania, Polonia, Ucrania, Besarabia, Dobrudja y Kars. Con la derrota de la Potencias Centrales, sin embargo, el Tratado de Brest-Litovsk fue dejado sin efecto. Eventualmente, en el caso de varios de estos territorios, tras la derrota de las Potencias Centrales en la Primera Guerra Mundial, advinieron como estados nacionales independientes, aunque otros, eventualmente pasaron a formar parte de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

 

El fin de la Primera Guerra Mundial cambió drásticamente el mapa del mundo. Cuatro imperios dejaron de existir: Rusia, Alemania, Austro-húngaro y Turco-otomano. En efecto, como anticipara Lenin, el mundo quedó redistribuido en nuevas zonas de influencia entre las potencias victoriosas. Alemania perdió sus colonias en África y en la región del Pacífico; mientras el Reino Unido de la Gran Bretaña, Francia e Italia ampliaron su radio de control sobre África, el Medio Oriente y Asia Central; Bélgica hacía lo propio en África; y en el caso de Estados Unidos, amplió su base de apoyo e influencia política, económica y militar en la región del Caribe. En Europa, en múltiples territorios objeto de disputas entre aquellos viejos imperios desmenuzados por la guerra, surgieron nuevas naciones. Del fin de la Primera Guerra Mundial surgió también la creación de la Sociedad de Naciones, precursora de la Organización de las Naciones Unidas, y en el plano del derecho internacional, el reconocimiento a la libre determinación de los pueblos colonizados.

 

En el caso de Rusia, la Revolución Bolchevique allí victoriosa, avivaría la llama de la lucha por el socialismo a nivel internacional, particularmente a partir del surgimiento de la Tercera Internacional Comunista y el desarrollo de múltiples partidos comunistas en África, Asia, Europa y América Latina.

 

Las condiciones económicas impuestas a Alemania como compensaciones de guerra en el Tratado de Versalles; la situación económica de estrechez extrema en la que se vio sumido el país; la pérdida de importantes territorios con amplias poblaciones formadas por descendientes de alemanes, tanto en su frontera con Francia como su frontera Oriental con Austria, Checoeslovaquia y Lituania; el fracaso de la revolución inspirada por los comunistas alemanes; y las políticas xenofóbicas, principalmente hacia la población judía serán, entre otros, factores que llevarán a finales de la década de 1920 a la formación del Partido Nacional Socialista y su eventual ascenso al poder tras el Golpe de Estado fascista contra la República de Weimer.

 

Apenas una generación después del fin de la Primera Guerra Mundial, el mundo se vería nuevamente en llamas como resultado de la Segunda Guerra Mundial, la cual dejaría un costo mayor en destrucción a Europa en pérdidas materiales, sumado a ello muchos pero muchos más millones de muertos y heridos.

 

El resultado de víctimas de la Segunda Guerra Mundial se contabiliza de la siguiente manera: (a) Unión Soviética, 8.7 millones de soldados y 18.3 millones de civiles, para un total de 27 millones; (b) China, 1.324 millones de soldados y 10 millones de civiles, para un total de 11.324 millones; (c) Alemania, 3.250 millones de soldados y 3.810 millones de civiles, para un total de 7.060 millones; (d) Polonia 850 mil soldados y 6 millones de civiles, para un total de 6.850 millones; (e) Japón 1.3 millones de soldados y 700 mil civiles para un total de 2 millones; (f) Yugoslavia, 300 mil soldados y 1.4 millones de civiles, para un total de 1.706 millones; (g) Rumanía, 520 mil soldados y 465 mil civiles, para un total de 985 mil personas; (h) Francia, 340 mil soldados y 470 mil civiles, para un total de 985 mil personas; (i) Hungría, a pesar de no tener datos específicos, se estima un total de 750 mil personas; (j) Austria, 380 mil soldados y 145 mil civiles, para un total de 535 mil personas; (j) Grecia, a pesar de no tener datos específicos, se estima un total de 520 mil personas; (k) Estados Unidos, 500 mil soldados; (l) Italia, 330 mil soldados y 80 mil civiles, para un total de 410 mil personas; (m) Reino Unido de la Gran Bretaña, 326 mil soldados y 62 mil civiles, para un total de 388 mil personas; (n) Países Bajos, 198 mil soldados y 12 mil civiles, para un total de 210 mil personas. Existen números de bajas para al menos 17 países adicionales, incluyendo países como Brasil, Colombia, México y Venezuela. El total de bajas ocasionadas por la Guerra se estima en 61.820 millones de seres humanos.

 

Si sumamos solamente el costo en vidas en ambas guerras, se sobrepasa el número de 100 millones de muertes.

 

Europa hoy en el Siglo XXI nos presenta una perspectiva, en algunos aspectos, un tanto diferente. Si bien es un continente que sigue atado a procesos en los cuales las nacionalidades no dejan de reclamar sus propios espacios ante los principales Estados nacionales existentes, los esfuerzos desarrollados a partir de la formación de la Unión Europea, junto a los acuerdos económicos, políticos y militares alcanzados entre los países que la conforman, han ido creando entre los principales países que la conforman un espacio de distención. Sin embargo, no todo en Europa ha sido una era de paz. Entre los antiguos estados formados tras las dos guerras mundiales, se han llevado a cabo importantes conflictos bélicos. Entre ellos pueden mencionarse, sin agotar el número, la guerra civil desatada entre griegos y chipriotas; las guerras civiles en la región de los Balcanes, que culminan con el desmembramiento de la antigua Yugoeslavia y la creación de nuevos estados independientes; las divisiones en Estados nacionales surgidos de la Primera y Segunda Guerra Mundiales como han sido los casos de Checoeslovaquia y más reciente, Ucrania; así y otros conflictos menos violentos, principalmente en torno a procesos de secesión en la antigua Unión Soviética y a raíz de la caída del llamado Campo Socialista.

 

La siempre presencia de Estados Unidos en la realidad europea a través de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y sus planes de expansión de esta alianza, amenazando las fronteras de la Federación Rusa o los intereses económicos de esta junto con los de la República Popular China; e incluso la intervención europea en conflictos desarrollados o promovidos por la propia OTAN y los Estados que la conforman contra países soberanos, que a su vez son Estados nacionales o potencias regionales, principalmente en el Medio Oriente, Norte de África y Asia Central, presentan un nuevo reto para la paz mundial. Cómo se manejen los intereses de cada parte y cuál sea el apego a los principios de sana convivencia entre los Estados, será determinante en el futuro para no repetir la tragedia de muerte que nos legara el pasado siglo.

 



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