Escrito por Alejandro Torres Rivera | MINH
En días pasados la publicación en internet de CNN Español dio a conocer el dato que la mayor parte de los inmigrantes que residen en México, contrario a la percepción de muchas personas, no son centroamericanos, suramericanos o caribeños, sino estadounidenses. México, ubicado geográficamente al sur de los Estados Unidos de América, mantiene con este país una frontera que se extiende a lo largo de 3,155 kilómetros, lo que equivale a 1,960 millas de longitud; mientras al sur, hace frontera con Guatemala en una longitud de 958 kilómetros (595 millas) y con Belice en 276 kilómetros (171 millas). México tiene una superficie de 1,964,375 kilómetros cuadrados, lo que equivale a 758,449.4 millas cuadradas; es decir, México es 220.80 veces más grande que Puerto Rico. Su población sobrepasa los 125 millones de habitantes, gran parte de la cual es indígena o mestiza. Aunque el español es la lengua vernácula de la mayoría de los mexicanos, lo cierto es que en el país existen al menos 67 lenguas de diferentes grupos étnicos provenientes de las poblaciones originarias.
Estamos acostumbrados a ver escenas de miles de seres humanos, la mayoría proveniente de regiones al sur de México, en interminables caravanas procurando entrar a los Estados Unidos evadiendo la llamada “Border Patrol” de dicho país y otros tipos de agentes vinculados al Departamento de Seguridad Interna de Estados Unidos (“Homeland Security Department”) bajo cuya sombrilla se encuentra hoy lo que en el pasado fue el Servicio de Inmigración y Naturalización. Se trata de personas individuales, familias e incluso menores viajando solos, que se han desplazado desde Guatemala, Honduras, El Salvador, Belice e incluso de lugares tan distantes como Nicaragua. El trayecto lo hacen a pie, en vehículos o en tren, a lo que salga o hasta dónde puedan. Cruzan la frontera de día y de noche, miles son capturados en el proceso y deportados, cientos fallecen en el intento y miles más se desconoce su paradero, en muchos casos víctimas del tráfico humano, la prostitución o la delincuencia organizada de los carteles de drogas.
Durante el año 2017 el gobierno mexicano dio a conocer oficialmente la entrada a México de 93,846 inmigrantes no documentados o sin permiso; es decir, para los efectos del Estado, “inmigrantes ilegales”. Durante el año 2018 el número incrementó a 138, 612; mientras durante el pasado año, con un incremento respecto al anterior de 232%, la suma ascendió a aproximadamente 460,000. De este número, apenas 117,869 inmigrantes no documentados o sin permiso de ingreso al país, fueron deportados o devueltos a sus países de origen, en su mayoría a Honduras, Guatemala y El Salvador, aunque también se encuentran, en un grado mucho menor, personas provenientes de Costa Rica, Panamá, Nicaragua y Belice; como también provenientes de países de América del Sur, Europa y Asia. Se indica que en total, en México durante el pasado año, las autoridades detuvieron un total de 975 mil personas.
Al presente, producto de nuevas políticas adoptadas por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, que incluyen el desplazamiento en la frontera sur de 6,500 efectivos de la Guardia Nacional para atender el problema de la entrada de inmigrantes no documentados o sin permiso de entrada, y desplazando a la frontera norte a otros 15,000 efectivos para evitar su desplazamiento hacia Estados Unidos, se ha producido una reducción de un 56% en el flujo migratorio. La movilización de efectivos de la Guardia Nacional es parte de un acuerdo del gobierno con el gobierno de Estados Unidos dirigido a atender el reclamo del presidente Donald Trump de que México se haga en gran medida responsable por la construcción del muro entre los dos países, algo que México no comparte con Estados Unidos a la vez que asume dicho país una aproximación distinta al manejo de la problemática. Como parte de la ecuación se encuentra, además, la presión que lleva a cabo Estados Unidos sobre México de aumentar en un 5% los aranceles a los productos que importa si no se adoptan medidas de mayor rigor en la contención del flujo migratorio hacia su país.
Como indicamos antes, un dato que sorprende es que cuando uno examina la composición de la población extranjera en México, lo que encuentra es que el país extranjero con mayor población es Estados Unidos, estimándose la misma en alrededor de 1 millón de personas. Claro, se trata mayormente de personas que han emigrado a México con sus negocios, ahorros de jubilación o empleos bien remunerados, donde dado el costo de la vida más bajo que en Estados Unidos, viven mucho más cómodos que lo que podrían hacerlo en su país de origen. Conversando con un amigo, que como yo quedó sorprendido porque fueran estadounidenses los extranjeros con mayor población en México, comentaba el beneficio que representaba para este país el dinero que aportaban a la economía tales residentes, a diferencia de los que provenían de países al sur. Yo le comentaba, sin embargo, que Estados Unidos también se beneficiaba con ese flujo constante de inmigrantes no documentado o sin permiso de entrada, los cuales se integraban a la estructura económica estadounidense ocupando puestos de trabajo para los cuales los estadounidenses promedio no contemplaban ocupar tales posiciones, esto sin entrar a analizar que en muchos casos, por un mismo tipo de trabajo, recibían una paga inferior o sencillamente, eran expuestos a trabajos sin el pago de beneficios marginales o seguridad social.
Cuando se analiza en la noticia de CNN el por ciento de los extranjeros residente en México, Estados Unidos ocupa el 74.4% mientras que por ejemplo, Canadá, que es el otro socio en el Tratado de Libre Comercio junto a Estados Unidos y México, sólo representa el 1.4% de los extranjeros residentes en este país. De hecho, si se compara Canadá con algunos países centroamericanos, vemos que El Salvador tiene un porciento similar con 1.4%, Honduras con 1.7%, Cuba con 1.7%, Colombia con 2.6%, Venezuela con 2.3% y Guatemala con 3%.
Otro renglón en el cual se experimentó un incremento de 107.6% fue el relacionado con la entrada de personas a México bajo la categoría de “Extranjeros con Tarjeta de Visitantes por Razones Humanitarias” que ascendió a la suma de 36,790 personas. De estos, la mayoría proviene de Honduras con 53.7%; El Salvador con 14.2%; Venezuela con 13.4%, Guatemala con el 8.1%, Nicaragua con 3% y 8.6% adicional proveniente de otros países.
Otro renglón que es importante destacar son aquellos inmigrantes a los cuales las autoridades mexicanas, a pesar de su ingreso sin permiso al país, les concedió asilo político, los que en 2019 totalizaron 48,254 personas. México es uno de los países en el mundo con mayor historial en materia de asilo político a perseguidos. Por sólo mencionar algunos casos, México acogió a decenas de miles de refugiados de la Guerra Civil española cuando la República fue derrocada por las hordas fascistas de Franco. Así también, México acogió múltiples luchadores contra las dictaduras de Batista en Cuba, Trujillo en República Dominicana, Somoza en Nicaragua, Pérez Jiménez en Venezuela y Pinochet en Chile. Así también procedió el gobierno mexicano al conceder asilo al patriota puertorriqueño William Guillermo Morales y al acoger en el país y conferirle la ciudadanía mexicana al intelectual marxista y escritor puertorriqueño José Luis González. Entre los acogidos al asilo durante el pasado año se encuentran: 23,064 hondureños; 6,661 salvadoreños; 5,371 cubanos, 4,882 venezolanos; 2,876 haitianos, 2,361 guatemaltecos; 1,722 nicaragüenses; 376 colombianos; 290 brasileños, 189 chilenos y 492 adicionales provenientes de otros países.
Como podemos observar, al hablar de inmigrantes en México, debemos asumir más de una premisa. De hecho, en rigor es necesario señalar, que no todas las personas de origen mexicano en Estados Unidos son producto de haber emigrado desde México a dicho país. Son millones los residentes en Estados Unidos, ciudadanos estadounidenses de origen mexicano, que son descendientes de aquellos que poblaban regiones que eventualmente pasaron a ser estados de la Unión, por lo que nunca fueron propiamente emigrantes. De otro lado, no todos los que han entrado a Estados Unidos, con o sin permiso legal de ingreso, han entrado por las mismas razones; y ciertamente, en lo que concierne al binomio México-Estados Unidos, no se puede hablar de cuántos mexicanos hoy se encuentran como inmigrantes en Estados Unidos, sin también hablar de cuántos estadounidenses hoy residen en México.
Más allá del muro que se propone completar Trump en la frontera para impedir la entrada desde el sur a Estados Unidos; más allá del otro flujo de población estadounidense procurando establecer su residencia en México; e incluso más allá del manejo de las políticas migratorias entre Estados Unidos y México, el flujo de población de un lado hacia otro perdurará y tendrán que ser otras las vías para atender el problema migratorio entre ambos países.
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